Europa está sola. Durante más de dos siglos, antes incluso de que las actuales naciones europeas dejaran de ser grandes imperios, siempre tuvo a su lado a Estados Unidos. Sólo la participación estadounidense en las dos guerras mundiales permitió que las democracias europeas renacieran. Pero la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca parece romper con esa historia. Vivir sin el gran primo norteamericano no será fácil.
Europa se descubre de repente en un mundo donde tiene un enemigo envalentonado en el presidente ruso Vladimir Putin y, por primera vez en esos más de dos siglos, no puede acudir al inquilino del Despacho Oval.
Si hace unos meses los diplomáticos y funcionarios europeos se preguntaban si un Estados Unidos de Trump acudirían en ayuda de Europa si Putin decidiera ir más allá de Ucrania, ahora se preguntan si un Estados Unidos de Trump sería capaz de atacar a Europa.
El inminente presidente estadounidense amenaza con anexionarse Groenlandia, la mayor isla del planeta con permiso de Australia. La isla de hielo es de soberanía danesa y Dinamarca es miembro tanto de la OTAN como de la UE.
El Tratado de la Unión Europea, que obliga a sus 27 Estados miembros, tiene un artículo (el 42.7) que es calcado al artículo 5 de la Carta del Atlántico Norte, la fundacional de la OTAN. Son artículos que obligan a todos los firmantes a acudir en defensa de cualquier firmante atacado por una potencia externa.
La relación entre Donald Trump y Vladimir Putin preocupa a las autoridades de la Unión Europea. Foto: REUTERSSi Estados Unidos se anexionara por la fuerza Groenlandia, los otros 26 países de la Unión Europea deberían ir a la guerra al lado de Dinamarca. Es un escenario que hace unos meses parecía de ciencia ficción, pero que ya se plantea. Diplomáticos europeos confían que, entre los planes, si Dinamarca pide ayuda por temor a una invasión estadounidense de Groenlandia, estarían los de posicionar en la isla de hielo tropas de países europeos como forma de disuasión.
En ese nuevo escenario de soledad europea se empiezan a oír cantos de sirena desde Oriente. El presidente chino Xi Jinping empezó el cortejo a los europeos. Este martes el líder chino y el nuevo presidente del Consejo Europeo, el portugués Antonio Costa, tuvieron su primera conversación telefónica.
La táctica del presidente de China
Xi parece decidido a aprovechar el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca para convencer a la Unión Europea de la necesidad de cooperar con China. Es la misma táctica que el líder chino intentó poner en marcha durante el primer mandato del magnate republicano. Y que funcionó bastante mal porque los conflictos europeos con China siempre terminan por tapar los intentos de mejorar la relación. Y porque Beijing se puso del lado de Rusia en cuanto esta lanzó la invasión contra Ucrania. Pekín ha permitido que Rusia eluda una parte de las sanciones europeas.
En 2017, el presidente chino voló al Foro Económico Mundial de Davos para anunciar que China defendería el comercio internacional porque “nadie ganará en una guerra comercial”. En ese momento, con Trump avanzando en su agenda proteccionista, Xi había encontrado un oído atento en la Unión Europea.
Pero Bruselas no resiste todo. La deriva autoritaria y la agresividad económica puestas en marcha por el régimen de Beijing han comenzado a cuestionar las credenciales de Xi como socio fiable para la Unión Europea.
Donald Trump y Xi Jinping en una cumbre en 2019. Foto: AFPEl presidente chino lo intenta de nuevo. “Cuanto más grave y compleja sea la situación internacional, más China y Europa deberían apoyar el espíritu original de las relaciones diplomáticas, reforzar la comunicación estratégica, mejorar la confianza mutua y adherirse a los principios de la asociación”, dijo Xi a Costa, recordando que 2025 marca el 50 aniversario de las relaciones diplomáticas entre la UE y Beijing. Según dijo Xi al líder portugués, entre China y la UE “no hay conflictos de intereses ni contradicciones geopolíticas fundamentales”.
La confianza debe aún ganarse. A veces, los relatos de las conversaciones entre líderes mundiales divergen. Tal fue el caso de la llamada telefónica entre Xi Jinping y Antonio Costa. Según Pekín, el presidente del Consejo Europeo dijo a su homólogo chino que “las dos partes deben cooperar en lugar de competir”.
El relato europeo es un poco diferente en la forma, pero muy distinto en el fondo. “Aunque está de acuerdo en que la cooperación es preferible a la competencia, el presidente Costa subrayó la necesidad de garantizar la igualdad de condiciones y de reequilibrar los actuales desequilibrios comerciales y económicos”, contó a Clarin un funcionario de la UE.
La guerra rusa contra Ucrania divide a Beijing y Bruselas. “Costa subrayó que la agresión rusa contra Ucrania es una amenaza para la paz y la estabilidad mundiales” y “pidió a China que contribuya a una paz justa, global y duradera en Ucrania y que garantice que no se suministran a Rusia productos de doble uso”, explicó el funcionario. A la inversa, “Xi recordó que China mantiene lazos con Rusia desde hace mucho tiempo”.
Los conflictos entre chinos y europeos son estratégicos, implican una relación comercial desigual con un fuerte superávit comercial a favor de China e inversiones chinas en Europa que las instituciones europeas ven con desconfianza y en algunas ocasiones detienen. Pero nunca se rompe la cuerda del todo porque China es un gran mercado para la industria europea. De lo mala que pueda llegar a ser la relación entre Bruselas y Washington dependerá que chinos y europeos se acerquen. Aun sea remedando aquello de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Aún circunstancial.
