Una combi blanca, con los vidrios cubiertos en papel de diario y tres guardaespaldas armados con ametralladoras, nos trasladó desde Dahieh, ese suburbio al sur de Beirut, donde viven miles de familias shiítas hoy desplazadas y que Hezbollah ha colonizado, hasta algún lugar de la capital libanesa. Era una semana después del atentado de la AMIA en Argentina. La combi dio vueltas y vueltas hasta dejarnos completamente desorientados. Solo se escuchaba el tráfico, las bocinas, ese ruido típico del caos de Beirut.
Nadie hablaba. Luego, un ruido de puerta que se abría se escuchó y aparecimos en un subsuelo. Había varios Mercedes Benz oscuros. Directamente, nos subieron a un ascensor. El guardaespalda tocó el piso sin mostrarlo. Un minuto después, otro custodio abría la puerta de un departamento con cortinas blancas, espesas alfombras persas y un florero con flores frescas. En un sillón, el sheik Naim Qassem, el eterno número dos de Hezbollah, nos esperaba.
Cara a cara con el sheik Qassem
Con su turbante blanco impecable, su nariz filosa, sus manos con anillos de piedras preciosas, esa costumbre tan shiíta, para enfatizar conceptos, vestido de marrón, hablaba con voz pausada. Se negaba a hablar el francés, que entendía perfectamente, al igual que el inglés. Pero aceptaba las preguntas en francés y respondía en un exquisito árabe clásico. Como sus otros pares, desmentía absolutamente la participación de Hezbollah en el atentado de la AMIA en Buenos Aires.
Todo el trayecto hacia la entrevista, estar tabicados, con esos hombres armados hasta los dientes y silenciosos, recordaba las historias de esos periodistas secuestrados durante la guerra del Líbano, que fueron negociados durante años. La llamada “crisis de los rehenes libaneses”, protagonizada por Terry Anderson, jefe de la AP en Medio Oriente, y secuestrado 7 años. Esta vez Hezbollah aplicaba estrictas medidas de seguridad. Israel había matado a su líder, Abbas Moussaoui, cuya foto estaba estampada en cada pared del barrio sur, pero el miedo y la asociación era irreprimible.
Qassem ofreció té y comenzó una conversación de una hora, donde jamás levantó la voz, no se molestó por las preguntas inquisitivas o las acusaciones. Absoluto control y frialdad. No parecía que estuviéramos en su casa, pero tenía el aspecto de una residencia familiar elevada. Qassem es casado y padre de seis hijos.
Un mes después de la muerte de Hassan Nasrallah, Hezbollah lo eligió nuevo secretario general al Sheikh Qassem, que había sido secretario general adjunto del partido shiíta desde 1991. Fue nombrado cuando lo dirigía Abbas Moussaoui. Un cargo que ocupó hasta su nombramiento este martes.
¿Dónde está Qassem?
Después que Hezbollah fuera decapitado este años por los bombardeos israelíes y la presencia de un topo, el probable jefe de los guardias de la revolución iraní, que identificó los lugares donde cada uno vivía o se reunía Hezbollah, el Sheik Qassem abandonó Beirut el pasado 5 de octubre. Partió en el avión del ministro iraní de relaciones exteriores, Abbas Araghchi, que estaba en visita de Estado en Líbano y Siria. Había que preservarlo.
Ante el proceso de “decapacitación” israelí de Hezbollah y sus comandantes, debían salvar a uno de los probables candidatos a reemplazar a Hassan Nasrallah. Tras la muerte de su sobrino y eventual heredero, Hachen Safieddine, Qassem fue el inevitable nuevo heredero.
Calmo, de gestos precisos, frío, racional, era el discípulo del ayatollah más respetado por los shiítas libaneses: Mohammad Hussein Fadlalah. Con él había aprendido teología. Él lo llama “padrino espiritual de Hezbollah”, aunque Fadlallah mantuvo una relación ambigua con la formación.
Más conservador y pro iraní
Nacido en una familia shiíta de Kfar Filka en 1953 en Beirut, se había recibido de químico en la Universidad Libanesa. Allí formó a Unión de Estudiantes Libaneses Musulmanes. Como Hassan Nasrallah, se unió al movimiento shiíta Amal, cuando era dirigido por Musa al Sadr. Fue el jefe de estudios islámicos de la asociación entre 1947 a 1988.
En esa organización secreta, disciplinada, impenetrable, que es la milicia milliar shiíta, Qassem publicó un libro, «Hezbollah: la historia desde que es el Partido de Dios, por dentro”. En agosto de 2011, Qassem asistió a una ceremonia de la octava edición de su libro, donde afirmó que «nos han ofrecido miles de millones de dólares para reconstruir el desposeído sur del Líbano y, a cambio, entregar nuestras armas y detener el trabajo de la resistencia. Pero les dijimos que no necesitamos su dinero y que la resistencia continuará, sin importar las consecuencias».
En 2009, Mustafa Badreddine reemplazó a Imad Mughniyah, dinamitado por los israelíes en Siria, como jefe de las actividades militares de Hezbollah. Qassem no apoyó la medida, favoreciendo a su pariente Samir Shehade. Los líderes de Hezbollah prefieren confiar en su línea familiar por sobre todo. El asesinado Hachen Safieddine, potencial sucesor de Nasrallah y asesinado por Israel el 27 de septiembre pasado, era su primo.
Lo eligió la Choura
Fue el Consejo de la Choura, la más alta organización shiíta, quien debió elegir al sucesor. Pero Qassem, este sheik de 71 años, menos implicado en las operaciones militares de Hezbollah, ejerce un Islam ultraconservador, en línea con los mullahs iraníes, donde habría estudiado.
“El Consejo Shura de Hezbollah ha elegido al Jeque Naïm Qassem como nuevo secretario general de Hezbollah. Pedimos a Dios que lo ayude en su misión de dirigir el partido y su resistencia. Prometemos a nuestro mártir, Sayyed Hassan Nasrallah, a los combatientes de la resistencia islámica y a nuestro pueblo resistente, trabajar juntos para lograr los objetivos de Hezbollah y mantener viva la llama de la resistencia”, afirmó un comunicado del partido shiita. Así Hezbollah había elegido a su vicesecretario general, el jeque Naim Qassem, como su nuevo jefe, poniendo fin a un vacío de un mes.
La comparación con Nasrallah
Sin el carisma de Hassan Nasrallah, parecía que Qassen se sentía menos vulnerable y mucho más político, especialmente después de la guerra contra Israel en el 2006.
“Los países occidentales ya no pueden ignorar a Hezbollah”, afirmó el entonces número dos de Hezbollah, en una entrevista con la AFP.
«Los países occidentales están luchando por hablar con nosotros y lo harán más en el futuro«, afirmó el entonces secretario general adjunto del Partido de Dios. Insistió en que su partido no teme ser boicoteado por la comunidad internacional o por instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El jeque Qassem destacó, sin embargo, que la imagen del partido en Occidente ha mejorado mucho.
“Descubrieron que aceptamos el diálogo, que tenemos la mente abierta”, afirmó entonces. Negándose a hablar sobre el arsenal de Hezbollah, Sheikh Qassem dijo que el partido nunca revela la fuente de sus fondos o el número de sus combatientes.
“Rechazamos a un presidente que se oponga a la resistencia”, insistió, asegurando que el expediente presidencial no está vinculado a la situación en el frente sur. La situación presidencial libanesa entonces no ha cambiado ahora. Líbano no tiene gobierno y es esencial que se elija un presidente.
Alto el fuego en Gaza
Desde la muerte de Nasrallah, Qassem ha ocupado su lugar, dando un discurso público a principios de este mes, en el que prometió que Hezbollah seguiría luchando contra Israel, en lo que describió como “una guerra de desgaste”, a pesar de las dolorosas pérdidas.
Al mismo tiempo, Qassem dijo que apoyaba los esfuerzos para lograr un alto el fuego en el Líbano, sin vincular el destino del país a un alto el fuego en Gaza. Esta posición variaba de la de Nasrallah, cuando Hezbollah había dicho anteriormente que era una condición previa para un cese de las hostilidades con Israel.
Qassem ha sido el vicesecretario general del grupo desde 1991 y uno de sus funcionarios más públicos, a menudo hablando en nombre del grupo en manifestaciones y en entrevistas.
Hezbollah a la defensiva
Su elección ha puesto fin a una crisis sucesoria dentro de Hezbollah y es una de las señales de que el grupo se está reconstituyendo, después de una serie de golpes de Israel.
Qassem ha heredado un grupo que está a la defensiva, tras una feroz ofensiva israelí. También que ha perdido el estatus mítico que alguna vez tuvo en el Líbano, especialmente tras la guerra del 2006 contra Israel.
No esperábamos que el conflicto durara tanto porque no pensábamos que Netanyahu fuera tan estúpido
Sheik Naim QassemLíder de Hezbollah
Se habla de una resolución 1701 Plus de la ONU, que garantizaría que el ejército libanés sería el que se desplazará en el Sur del Líbano, el territorio natural de Hezbollah como “resistencia oficial libanesa” en la constitución.
Pero el problema es que los libaneses sienten que hoy son rehenes de Hezbollah y su estrategia, con un partido político amplio en el Congreso y frenando la elección presidencial, con guerras que no son las suyas.No se olvidan de la voladura del puerto de Beirut, que ellos controlaban, que destrozó otra vez a la ciudad, como ahora los bombardeos israelíes.
¿Cuál será el futuro de Hezbollah?
El interrogante es cuál sería el futuro de Hezbollah ¿Se sumaría su milicia fuertemente entrenada y con experiencia de guerra al ejército libanés? ¿Se disolvería y se reforzaría su línea política? ¿Se dividirá entre los blandos y los halcones, entre los políticos y los militaristas?
Mientras los ataques israelíes caían implacablemente sobre los bastiones de Hezbollah, matando a miles de personas,Qassen se dirigió a los israelíes a mediados de octubre. «La solución» que permitiría a los habitantes del norte de Israel, desplazados desde hace un año por el fuego de Hezbollah, regresar a sus hogares, es «un alto el fuego», afirmó, amenazando, en caso contrario, con atacar «en todas partes» de Israel.
A finales de septiembre, una semana antes del asesinato de Hassan Nasrallah, asistió al funeral del «gran comandante» Ibrahim Aqil, que alguna vez fue jefe de la fuerza de élite de Hezbollah. «Las amenazas no nos detendrán: estamos preparados para todos los escenarios militares» contra Israel, tronó.
Pero nunca imaginó que una guerra generalizada iba a afectar al Líbano, ni la espectacularidad de los ataques israelíes a los beepers ni la demolición sistemática de Hezbollah, de su barrio del sur de Beirut y el Líbano por parte de Israel ni la desaparición de Hassan Nasrallah en manos de Israel.
“No esperábamos que el conflicto durara tanto porque no pensábamos que Netanyahu fuera tan estúpido«, dijo el entonces subsecretario general de Hezbollah.
“Hezbollah está en una posición de defensa preventiva contra las intenciones expansionistas de Israel”, que, según él, planea instalar colonias en el sur del Líbano. En esta lógica, el papel de Hezbollah es “disuadir a Israel y enfrentar cualquier agresión”, según Qassem.
Un sheik en peligro
Menos carismático que Hassan Nasrallah, Naïm Qassem prefiere discursos con un tono sobrio, leídos en árabe clásico, a diferencia del ex líder de Hezbollah, que hablaba ante la cámara, con feroces diatribas en dialecto libanés, a veces salpicadas de mordaz ironía. Paralizaba al país con sus discursos.
Desde la reciente escalada israelí, Qassen no ha aparecido en público. Simplemente pronunció tres discursos pregrabados, transmitidos por el canal Al-Manar de Hezbollah, afirmando en cada uno de ellos que los partidarios de Hezbollah son «los hijos de Nasrallah».
El ministro de Energía israelí, Eli Cohen, fue uno de los primeros en comentar la nominación de Naïm Qassem. Declaró que «cualquier persona al frente de este partido corre el riesgo de ser blanco de un asesinato«, según declaraciones difundidas por los medios de comunicación israelíes y repetidas por sus colegas libaneses.