el gran dilema ahora para Teherán

Si toma represalias, corre el riesgo de una mayor escalada en un momento en el que su economía está en dificultades, sus aliados están flaqueando, su vulnerabilidad militar es clara y su sucesión de liderazgo está en juego. Si no lo hace, corre el riesgo de parecer débil ante esos mismos aliados, así como ante voces más agresivas y poderosas en el país.

Irán ya está en medio de una guerra regional. Desde el ataque liderado por el grupo ultraislámico Hamas el 7 de octubre de 2023, Israel ha actuado rápidamente contra esa organizacion en Gaza y a otros brazos iraníes, incluidos Hezbollah, los hutíes y sus aliados en Siria e Irak.

Estos grupos representan la “defensa avanzada” de Irán contra Israel, el corazón de la disuasión de la nación. Irán se ha visto muy debilitado por la dura respuesta militar israelí desde el 7 de octubre, que también debilita a Irán y lo hace más vulnerable.

Los funcionarios iraníes han dejado claro que no quieren una guerra directa con Israel. Quieren preservar a sus aliados, el llamado anillo de fuego alrededor de Israel.

Después de este bombardeo, Teherán minimizó públicamente el sábado el efecto del golpe y mostró una programación normal en la televisión. No prometió inmediatamente una gran represalia, sino que simplemente reafirmó su derecho a hacerlo.

Además de su reticencia, Irán enfrenta enormes problemas económicos, lo que lo hace receloso de una guerra prolongada y costosa con Israel. Estados Unidos y Europa lo han penalizado duramente por su programa nuclear, lo que lo ha obligado a acercarse cada vez más a Rusia y China.

El régimen islámico también está lidiando con un serio disenso interno por el aumento de los precios y su gobierno severo, que influyen en cualquier cálculo de represalia. El régimen está comprometido tanto con la destrucción de Israel como con la preservación de su poder en un país sofisticado en el que es cada vez más impopular.

Según los analistas, esa es una de las razones por las que el líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, permitió la elección de un presidente más moderado, Masoud Pezeshkian, después de que el más duro Ebrahim Raisi muriera en un accidente de helicóptero. En un contexto de agitación interna, Pezeshkian ha presionado para que se celebren nuevas conversaciones sobre el programa nuclear de Irán a cambio de un levantamiento de las sanciones económicas, una iniciativa que muy probablemente sólo podría concretarse con el permiso del líder supremo.

El programa nuclear es un dilema en sí mismo. El daño a los aliados durante el año pasado, así como su clara debilidad técnica y militar en comparación con Israel, pondrán más presión sobre Irán para que avance en su programa nuclear y busque una bomba.

Irán está a pocas semanas de crear uranio de calidad para fabricar bombas, y hay fuertes voces en Irán que sostienen que la mejor medida de disuasión contra Israel y Estados Unidos es tener armas nucleares, como las que posee el propio Israel. Pero Irán también sabe que una serie de presidentes estadounidenses, incluido Donald Trump, que compite codo a codo con la vicepresidente Kamala Harris en la carrera presidencial estadounidense, han prometido impedir que Irán obtenga un arma nuclear operativa.

Para complicar las cosas, ha surgido una silenciosa batalla por la sucesión. Se cree que el ayatolá Khamenei de 85 años, está gravemente enfermo. Con la marcha de Raisi, existe inquietud interna por la posibilidad de que el segundo hijo de este dirigente, Mojtaba, de 55 años, lo suceda. El poderoso Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica tendrá una importante influencia y se lo considera más dispuesto a enfrentarse a Israel.

Cualquiera que sea el cálculo final de Irán, esperar evitar una guerra mayor no significa que pueda hacerlo. Tanto Israel como Irán están ansiosos por restablecer el llamado efecto de disuasión que, según creen, se logra con los ataques de represalia. En su opinión, esto aumenta su capacidad de intimidarse mutuamente y les permite limitar el poder de cada uno, en lo que Jeremy Shapiro, un ex diplomático estadounidense, ha llamado su “hombría geopolítica”.

La semana pasada, como era de esperar, el canciller de Irán, Abbas Araghchi, dijo que “en caso de un ataque israelí, la forma de nuestra respuesta será proporcionada y calculada”. Estos ataques de ida y vuelta, por más cuidadosamente calibrados que estén, pueden fácilmente derivar en una violencia más amplia si un hospital o una escuela son atacados, incluso por accidente, y causan importantes víctimas civiles.

Como escribieron Daniel C. Kurtzer y Aaron David Miller esta semana en Foreign Policy, “una espiral de represalias probablemente impulsaría a los israelíes a ampliar su conjunto de objetivos, como mínimo, para incluir la infraestructura económica”. A partir de ahí, agregaron, “ciertamente es posible imaginar una escalada regional, incluidos ataques iraníes a la infraestructura petrolera saudí”.

Pero Irán también puede optar por seguir el consejo estadounidense y británico de poner fin a esta ronda de represalias mientras las negociaciones para un alto el fuego en Gaza y el Líbano cobran impulso. Ali Vaez, director del proyecto sobre Irán para el International Crisis Group, dijo que la respuesta de Israel fue “considerablemente más contundente” que la de abril.

Israel atacó las defensas aéreas iraníes y los sitios de fabricación de misiles en tres provincias, al tiempo que atacaba objetivos en Irak y Siria, según funcionarios israelíes. Pero evitó infraestructuras clave, energía y sitios nucleares. La pregunta clave, dijo Vaez, es simple: “Teherán absorberá el golpe y tratará de poner punto final a este intercambio o volverá a subir la apuesta con una contrarrespuesta”.

Para Irán, el argumento para bajar por la escalada es sólido. Pero hay voces poderosas como el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que presionan regularmente para una respuesta más agresiva. El deseo de Washington e Israel también es que el conflicto con Irán “se convierta una vez más en una guerra en la sombra y no en una guerra abierta”, dijo David Makovsky, miembro del Instituto de Washington para la Política del Cercano Oriente. “En el mundo de hoy eso sería un logro. No se termina con la enemistad, sino que se la controla”.

Sanam Vakil, director del Programa de Oriente Medio en Chatham House, comentó que la elección presidencial estadounidense de noviembre también es un factor. “Si Irán quiere evitar una escalada más amplia del conflicto antes de las inciertas elecciones estadounidenses, debe asumir el golpe y jugar un juego estratégico más largo centrado en el acercamiento diplomático a la región y las oportunidades que surjan de Occidente”, afirmó.

Al restarle importancia al efecto del ataque y presionar por un alto el fuego, afirmó, “Irán intentará dar vuelta la situación con Israel y traducir su debilidad militar en oportunidades diplomáticas”.