El Papa Francisco apareció hoy al final de la misa que dio inicio a la Semana Santa con el Domingo de Ramos y fue aclamado por los viente mil fieles que lo esperaban. El cardenal argentino Leonardo Sandri encabezó la celebración religiosa y leyó el texto escrito por el Pontífice.
No hubo avisos pero la gente esperaba que “el Papa no falle”. Y así fue. Tras haber aparecido ayer por sorpresa en la basílica de Santa María la Mayor, para rendir homenaje al ícono de la Virgen del cual es muy devoto, la visita del Papa era ansiosamente esperada en San Pedro hoy en la misa que marcó el comienzo a la Semana Santa.
En la zona del Sagrario, desde donde se celebra la misa, apareció Jorge Bergoglio a bordo de su silla, llevada por su asistente sanitario, Massimiliano Strappetti.
En la previa se le pidió a la gente que no lo tocara para evitar infecciones, dado que aún padece la pulmonía doble que casi le costó la vida en dos crisis cuando estuvo internado. Sin embargo, a su paso hubo centenares de manos. Francisco tocó algunas, sobre todo de niños y jóvenes.
Mientras el resto de la gente distribuida en la plaza lo vivaba continuamente y demostraba su alegría por una presencia tan positiva pensando en su restablecimiento, el Papa dio vueltas en la zona donde se encuentra el Sagrario de la misa.
El cardenal argentino Leonardo Sandri, vicedecano del Colegio de Cardenales, lo saludó contento a los pies del Sagrario.
“La pasión de Jesús se vuelve compasión cuando tendemos la mano al que ya no puede más, cuando levantamos al que está caído, cuando abrazamos al que está desconsolado”, señaló el pontífice en el texto de la homilía que fue leído por Sandri.
La plaza estaba hoy engalanada por la presencia activa de los fieles, que llevaban las ramas de olivo. También los religiosos y miembros de la Curia portaron en procesión antes de la misa los famosos ramos de olivo y palmas. Antes de la ceremonia eucarística que inicia la Semana Santa, el momento litúrgico central anual del catolicismo, tuvo lugar la procesión al obelisco egipcio levantado en el lugar central de la Plaza de San Pedro. Allí fueron bendecidos los ramos.
Alrededor de 39 cardenales, 33 obispos y más de 300 sacerdotes se trasladaron al interior de la basílica renovando uno de los más viejos ritos de la religión católica que datan siglo IV.
En la homilía papal que leyó el cardenal Sandri, el Papa dijo que “para experimentar este gran milagro de la misericordia, decidamos durante la Semana Santa cómo llevar la cruz, no en el cuelo sino en el corazón”.
“No solo la nuestra sino también también la de aquellos que sufren a nuestro alrededor, quizás la de aquella persona desconocida que una casualidad hizo encontraremos. Preparémonos a la Pascua del Señor convirtiéndonos en cireneos los unos para los otros», sostuvo.
Francisco aludía a Simon de Cierene, figura sobre la que reflexionó en su homilía, recordando que acompañó a Jesús cargando la cruz por orden de los soldados. “Él regresaba en ese momento del campo, pasaba por ahí, y se vio envuelto en una situación inquietante por el pesado madero cargado sobre sus espaldas», dijo.
El pontífice agregó en su homilía que se deben seguir los pasos de Simón “porque nos enseña que Jesús sale al encuentro de todos en cualquier situación.
“Y cuando vemos la multitud de hombres y mujeres que manifiestan el odio y la violencia en el camino del Calvario, recordemos que Dios transforma este camino en lugar de redención, porque la violencia dando su vida por nosotros”, siguió.
El Papa se preguntó si reconoceremos a esos cireneos que llevan la cruz de Cristo. “Vemos al Señor en sus rostros, desgarrados por la guerra y la miseria”.
Concluye Francisco: “Frente a la atroz injusticia del mal, llevar la cruz nunca es en vano, más aún, es la manera más concreta de compartir su amor salvador”.
El Papa había hecho el sábado una salida imprevista. El Vaticano informó que fue a la Basílica Santa María la Mayor y se detuvo a rezar ante el icono de la Virgen Salud Popoli Romani, de la cual es devoto como la mayoría de los romanos.
El pontífice argentino ha visitado en 120 ocasiones la basílica para rendir homenaje al icono de la virgen.