La coalición de gobierno en Alemania se desmorona y el canciller Olaf Scholz planea gobernar en minoría

Alemania adelanta seis meses el giro político a la derecha que ya parece inevitable y que dejará al español Pedro Sánchez como el único dirigente de centroizquierda de un país mediano o grande de un bloque que nunca fue tan conservador.

Los alemanes debían ir a las urnas el próximo 28 de septiembre, pero la noche de este miércoles el jefe del Gobierno, el socialdemócrata Olaf Scholz, expulsó de la coalición a los liberales del FDP tras romper con su líder y ministro de Finanzas Christian Lindner.

La bronca final entre Scholz y Lindner se debe a que el primero quería saltarse el conocido como “freno de la deuda”. Es una disposición adicional que se añadió a la Constitución alemana la pasada década y que limita el déficit fiscal estructural del país al 0,35% del PBI.

Fue una decisión ideológica que ata las manos a los gobiernos cuando necesitan, como ahora, aumentar el gasto para financiar la Defensa y poner de nuevo la economía en marcha. Ningún país europeo tiene un artefacto semejante ni es bien visto por los servicios económicos de la Comisión Europea. En el Ejecutivo comunitario algunos lo llaman “la camisa de fuerza”.

La bronca por la política económica, pero también las ganas de Lindner, hundido en los sondeos, por separarse de Scholz, llevó a la ruptura. El jefe del gobierno debe ahora decidir si mantiene el Ejecutivo en minoría con el segundo socio, los ecologistas, o si como adelantaban este jueves buena parte de los medios alemanes, adelanta las legislativas a marzo.

Olaf Scholz se someterá a un voto de confianza parlamentario el próximo 15 de enero. Si no lo gana, como parece probable, dos meses después los alemanes serán convocados a las urnas. Los sondeos dicen que la opositora CDU, liderada por Friedrich Merz, saldrá como primera fuerza política y que podría gobernar con ecologistas o formando de nuevo una gran coalición con los socialdemócratas, como la que protagonizaron Angela Merkel y el propio Scholz.

“Me veo obligado a tomar esta decisión para evitar daños a nuestro país”, dijo Scholz a la prensa la noche del miércoles. “Necesitamos un gobierno capaz de actuar y que tenga la fuerza de tomar las decisiones necesarias”, añadió.

Scholz asegura que tiende la mano a su probable sucesor, Merz, para buscar ya una posible cooperación en dos asuntos esenciales: economía y Defensa. Alemania lleva dos años con la economía estancada y manteniendo superávits fiscales por exigencia de los liberales, lo que parece poco adecuado cuando la economía no carbura y la deuda pública está bajo control.

El canciller espera la ayuda de Merz a corto plazo alegando que la economía del país «no puede esperar a que lleguen las próximas elecciones. Necesitamos claridad sobre la forma en la que vamos a financiar nuestra seguridad y nuestra defensa en los próximos años”.

Un debate acuciante, sobre todo desde que el próximo enero se siente en la Casa Blanca un Donald Trump que ha amenaza con sacar a su país de la OTAN, el paraguas de seguridad de los europeos.

La coalición alemana funcionó correctamente mientras el país crecía, pero desde el año pasado, cuando Alemania empezó a frenar, el choque entre liberales, de un lado, y socialdemócratas y ecologistas, del otro, se convirtió poco a poco en un problema insoluble.

Desde finales de este verano boreal la bronca fue a más cuando se empezó a discutir el presupuesto de 2025. Cuando los partidos ya estaban negociando, Lindner puso en circulación un documento que más que un papel para negociar parecía un programa de campaña electoral y que rompía los debates.

El líder liberal asegura que el país saldrá del estancamiento económico con una política de oferta: bajada de salarios, reducción del gasto público y a la vez bajada de impuestos para las clases más pudientes y la industria. Se entiende que así movilizará más plata para consumo e inversión.

Una receta que en Alemania nunca se usó y que no ha funcionado en ningún país europeo en las últimas dos décadas. Scholz se hartó: “No voy a imponer tal comportamiento a nuestro país” y expulsó a Lindner de la coalición. Los otros tres ministros liberales anunciaron inmediatamente su dimisión.

Los últimos sondeos aseguran que los conservadores de la CDU se mueven entre el 30% y el 33%, la extrema derecha prorrusa y neonazi de AfD entre el 16% y el 18%, los socialdemócratas entre 15% y el 16% y los ecologistas entre el 8% y el 10%. Los liberales pelean para alcanzar el 5%. Si no llegan se quedarían fuera del Bundestag.