Bélgica esperaba la visita del Papa Francisco, la primera de carácter apostólico de un Santo Padre desde 1985 al país que alberga las instituciones de la Unión Europea y la OTAN. El gobierno movilizó más medidas de seguridad que las habituales para las grandes cumbres internacionales que suceden en la ciudad y abrió el Estado Rey Balduino, el antiguo Heysel, para una misa que reunió a 40.000 personas. Las autoridades sólo exigían una cosa: una condena clara de los abusos sexuales y otros escándalos cometidos por miembros del clero en el país desde al menos la Segunda Guerra Mundial, la inmensa mayoría con total impunidad porque las autoridades eclesiásticas del país siempre trataron de esconderlos y protegieron a los autores.
El Papa Francisco cumplió. Su condena de los abusos fue clara, dura. No sólo condenó esos abusos, sino que insistió a las autoridades de la Iglesia belga a que no los escondan. Que, al contrario, los denuncien y no sólo en tribunales eclesiásticos, sino en los juzgados penales, para que sus autores paguen sus crímenes como cualquier persona, con penas de prisión, no con el traslado a otra parroquia o a otro país.
“En la Iglesia no hay lugar para los abusos ni para la ocultación de los abusos”, dijo Francisco ante esas 40.000 personas que llenaban la parte disponible del gran estadio de Bruselas este domingo. Entonces llovieron los aplausos, porque el país ha sufrido en las últimas décadas varios escándalos que afectaron a decenas de miles de personas, como el robo de al menos 30.000 bebés de madres solteras, en centros sanitarios controlados por la Iglesia, para darlos en adopción a familias bien relacionadas con las autoridades religiosas.
El Papa Francisco fue claro: “Se lo pido a todos: ¡No cubran los abusos! Le pido a los obispos: ¡No cubran los abusos! Condenen a los que abusan y ayúdenlos a curarse de esta enfermedad que son los abusos. El mal no puede ser ocultado, debe ser revelado, conocido, que se sepa. Y que el agresor sea juzgado, ya sea laico, sacerdote u obispo: que sea juzgado”.
El viernes, ante las autoridades del gobierno y los reyes Felipe y Matilde, el Papa dijo que los abusos a menores eran “la vergüenza y la humillación de la Iglesia” y que esta debía “pedir perdón y buscar cómo resolver esta situación con humildad cristiana, además de hacer todo lo posible para que esto no vuelva a suceder”. Era lo esperado y aunque las autoridades civiles hubieran querido referencias más evidentes por ejemplo a reparaciones económicas a las víctimas, el Papa había cumplido.
Hasta que sacó el tema del aborto en el vuelo de vuelta a Roma, en declaraciones recogidas por periodistas de varios medios que volaban con el Papa. Francisco anunció que iniciará el “proceso de beatificación” del quinto rey de los belgas, el fallecido Balduino. Dijo que Balduino había tenido “el coraje” de negarse a rubricar la ley que despenalizaba el aborto en algunos casos.
La ley salió adelante porque el rey abdicó unos días, para que la norma saliera adelante sin su firma. El escándalo tuvo el efecto contrario y en un país que se seculariza poco a poco (los últimos sondeos dicen que sólo el 40% se considera católico) fue un bumerán contra la Casa Real, porque muchos belgas sintieron que el rey ponía sus convicciones religiosas por delante de las leyes emanadas del Parlamento.
El papa dijo que el rey Balduino había tenido el «coraje» de negarse a firmar la despenalización del aborto. Foto ReutersLa Casa Real belga, con evidente incomodidad, emitió un comunicado la tarde del domingo para decir que no tenía nada que comentar y que no estaba al corriente, que el Papa no les había comunicado nada, a pesar de que Balduino es el tío del actual rey Felipe.
Las leyes y la «ambiguedad»
Una de las voces más influyentes de los medios del país, la antigua directora y ahora editorialista jefa del diario conservador Le Soir, Béatrice Delvaux, escribió una columna durísima titulada “En Bélgica no es el Papa el que hace las leyes, aleluyah!”. Delvaux decía que “hay que acabar con la ambigüedad que consiste en recibir, con estatuto de jefe de Estado, al jefe de una Iglesia dogmática que desafía las leyes del país que le ha invitado”.
Y recordaba las palabras de Rik Deville, el primer párroco del país que tuvo la valentía de denunciar en público los abusos sexuales en el seno de la Iglesia belga: “Hay que desconfiar de los que dicen tener línea directa con Dios”. El malestar de las autoridades era evidente.
Bertrand Henne, uno de los cronistas con mejores fuentes en el Palacio Real, de radiotelevisión pública RTBF, contaba este lunes que en el Palacio Real había casi enfado con el Papa. Que se esperaban sus palabras sobre el aborto, porque esa es la doctrina de la Iglesia, pero que veían excesivo que el Papa hubiera dicho que Balduino “había tenido el coraje de dejar su puesto de Rey para no firmar una ley asesina”.
El aborto no genera debate en el país desde hace décadas más allá de grupúsculos radicales en la Iglesia. Los sondeos dicen que, como la eutanasia o el matrimonio homosexual (Bélgica fue el segundo país del planeta en aprobarlo), el aborto está ampliamente aceptado en la sociedad, también entre los católicos. Henne considera que ese comentario del Papa delante de los reyes comprometía incluso a los monarcas, que se podían ver en la situación de negar al Papa o al antiguo soberano. El enfado es tal que el comunicado de la Casa Real dice ahora que la invitación a Palacio fue “privada” (no visita de Estado) y que los reyes la hicieron “por cortesía”.
Su discurso en la Universidad Católica de Lovaina (en su parte francófona) fue respondido por la rectora Françoise Smet con un comunicado publicado minutos después en el que decía que la universidad sentía “una divergencia mayor, una incomprensión a propósito de una visión determinista y reductora del papel de la mujer”.
El Papa había dicho que es la naturaleza y no la cultura la que hace a la mujer y que su papel y su destino es el de madre. A los periodistas que le acompañaban en el avión, el Papa, según la crónica de Henne, les dijo que le parecía “inmoral” que la universidad le respondiera así cuando apenas había terminado de hablar. El comunicado del centro universitario había sido preparado de antemano a sabiendas de las palabras que iba a decir el Papa.
Francisco también dijo en el avión que los médicos que practican el aborto son “sicari” (asesinos). Según Henne, eso es “un vocabulario digno de un vulgar líder populista”. El Papa había usado palabras más duras contra los médicos que practican abortos que contra los religiosos que habían violado a niños.
