Fue un baño de banderas y gorritas MAGA rojas y blancas, como a él le gusta. Rodeado del fervor de sus fieles, en un lugar simbólico desindustrializado del interior del país y con bailecito incluido, Donald Trump, celebró como si estuviera en campaña este martes sus primeros 100 días al frente de la Casa Blanca, un inicio arrasador y turbulento que conmovió al mundo y también a los estadounidenses, que ya comienzan a castigar al presidente en los sondeos. Pero Trump va por más: “Apenas hemos comenzado, aún no han visto nada”, advirtió.
El presidente festejó esta fecha simbólica con un acto con todo el ritual de la campaña en Macom, en las afueras de Detroit, lugar de trabajadores blancos de pasado “reaganiano” y cuna de la industria automotriz estadounidense, que fue clave para el triunfo electoral en las dos presidencias del magnate. “100 días de grandeza” se veía en los carteles. Pero el recinto, con capacidad para unas 4.000 personas, no se veía completamente lleno y había asientos vacíos que las cámaras podían captar perfectamente.
En un discurso pleno de autoelogios, Trump dijo el país tenía “la mejor economía de la historia”, aunque aún recoge los beneficios que le dejó el gobierno de Joe Biden y no se siente todavía el impacto que los expertos pronostican pronto por la guerra comercial.
“Después de décadas de burócratas que destruyeron Detroit para beneficiar a los chinos pusimos a EE.UU. primero”, agregó, aunque este martes tuvo que revertir algunos de los aranceles que perjudicaban a la industria automotriz, porque según las mismas empresas estadounidenses les reducía las ganancias y les encarecía el producto.
“Hemos traído el más cambio profundo a Washington”, dijo. Y agregó que su gobierno está «frenando el adoctrinamiento» de los niños, «recortando miles y miles de millones de dólares en despilfarro, fraude y abuso, y sobre todo, salvando el sueño americano».
“Estamos aquí para celebrar los primeros 100 días más exitosos de cualquier administración. Apenas hemos comenzado, aún no han visto nada”, dijo. “Vamos a acabar con la inmigración ilegal. Vamos a recuperar nuestros trabajos y a proteger a nuestros grandes trabajadores automotrices y a todos nuestros trabajadores», agregó.
Contra todos
Y volvió a embestir contra los jueces federales que han bloqueado sus decretos al dictaminarlas ilegales o inconstitucionales. Los denunció como «comunistas», y agregó que «los jueces están tratando de quitarle el poder que se le dio al presidente”.
Arropado por sus fieles, Trump buscó así cerrar filas en un momento delicado de su mandato, cuando encuestas revelan una fuerte caída de su popularidad y ha comenzado a recibir ciertos reveses tras unos primeros meses dominados por su estilo ferozmente confrontativo a nivel interno y externo.
Desde el minuto cero, Trump fue implacable en sus políticas, mucho más a fondo que en su primer mandato, con amenazas y agravios, enorme confusión, idas y venidas, impugnaciones judiciales que generan una enorme incertidumbre en los mercados, en el comercio internacional y en los propios estadounidenses.
En estos primeros 100 días, en el frente interno Trump pasó la motosierrra por los empleados estatales federales (de la mano de Elon Musk) y buscó exterminar de todas formas las políticas de diversidad, igualdad e inclusión en el gobierno, la educación y la cultura; congeló fondos de asistencia y cerró agencias como USAID; indultó a los sentenciados por asalto al Capitolio del 6 de enero; deportó a más de 142.000 inmigrantes indocumentados y amenaza con una expulsión masiva. También ha peleado todas sus medidas en los tribunales, desafiando a los jueces hasta el riesgo constitucional.

En el frente externo, propuso convertir a Gaza en un resort, anexar a Canadá y comprar Groenlandia. No ha podido lograr aún avances en los conflictos en Ucrania ni en Gaza. Pero ha conmovido al mundo con una guerra arancelaria de imprevisibles consecuencias implantando impuestos a todos los países de hasta 145% a los productos provenientes de China, y luego con marcha atrás y reinstalaciones en muchos casos, un escenario de enorme incertidumbre que ha ya ha afectado las perspectivas de crecimiento global y también la de EE.UU., donde se estima una caída del crecimiento y una suba de la inflación.
Cuando en las primeras semanas todo el mundo parecía obedecer a Trump con temor a represalias, estos días hubo algunos frenos: la Universidad de Harvard, a la que retiró US$2.000 millones en fondos federales, le presentó una demanda y varios tribunales le han plantado cara a varias de sus propuestas, incluida la Corte Suprema. Trump dice que está negociando con China (aunque Beijing dice que no) y ya ha retrocedido confusamente en algunos impuestos a la importación de automóviles y autopartes, un anuncio que hizo precisamente este martes antes de su acto en las afueras de Detroit.
Trump parece haber acusado el impacto de encuestas recientes, que lo muestran con los peores índices de popularidad de un presidente en los primeros 100 días de mandato. The Washington Post/ABC señaló que la aprobación del magnate era de 39%, menos del 42% que tenía a esta altura en su primera presidencia y mucho menos que Biden (52%), George W Bush (47%) o Richard Nixon (48%). El Centro de Investigación Pew señaló que el 49% de los estadounidenses dice que Trump ha debilitado la economía estadounidense.
En su acto Trump arremetió contra los resultados en las redes sociales como “encuestas falsas de organizaciones de noticias falsas” y dijo que los sondeos verdaderos le daban 60% de aprobación.
“Una actuación arrasadora. Nunca he visto nada parecido”, dijo a Clarín Evan McCormick, historiador especializado en la historia presidencial estadounidense, sobre los primeros 100 días de Trump.
El experto, director de Investigación del Incite Institute de la Universidad de Columbia, agregó: “Es cierto que la corriente populista que presenta al gobierno como enemigo del «hombre común» se remonta a la fundación de Estados Unidos, y se pueden encontrar similitudes con Trump en la presidencia de Andrew Jackson (1829-1837). Más recientemente, en la década de 1980, Ronald Reagan llegó al poder en gran parte prometiendo reducir el Estado. Una diferencia clave es que Reagan lo hizo mientras pregonaba los valores e instituciones de la democracia estadounidense. Las propias políticas de Trump parecen estar más motivadas por la venganza y una preocupación por su estatus personal que por cualquier ideal cívico”.

Mc Cormick agregó que “los primeros 100 días de Trump han sido testigos de un intento histórico, aunque hasta ahora infructuoso, de cambiar el régimen desde la Casa Blanca. La administración ha lanzado un ataque contra la burocracia federal, limitando los servicios y la capacidad administrativa que los estadounidenses han confiado durante mucho tiempo en el gobierno. Y ha intentado reorientar la economía estadounidense alejándola de un pujante comercio globalizado”.
“Y, al mismo tiempo, ha utilizado el poder del ejecutivo y de las fuerzas de seguridad federales en un intento de estrechar los límites de la ciudadanía, la participación política e incluso las ideas. Trump ha favorecido el choque frente a la coherencia, y las políticas han tenido efectos desastrosos, especialmente para el ciudadano común. El contragolpe parece más obvio en los bajos números de Trump en las encuestas después de estos 100 días, pero la concentración de poder en la Oficina Oval representa una crisis de la democracia estadounidense”.
Sobre una posible radicalización de Trump, el experto dijo que “no es demasiado dramático decir que Estados Unidos está llegando a una encrucijada. Con las elecciones intermedias de 2026 acercándose, Trump podría reaccionar ante las críticas o podría optar por radicalizarse, atacando las instituciones democráticas mediante las cuales los votantes y la sociedad civil exigen un rendimiento de cuentas a sus líderes. Los próximos meses serán cruciales para lo que los historiadores del futuro dirán sobre la perdurabilidad de la democracia estadounidense”.