Si algo están dejando claro los veranos pospandémicos, a medida que se recupera el flujo de viajeros y España acaricia el sueño de convertirse en el país más visitado del planeta, es que conjugar turismo de masas y población local no resulta sencillo. En Baleares, Canarias o Cataluña los vecinos han salido ya a la calle para reclamar que el crecimiento del sector no se los lleve por delante. En O Morrazo —provincia de Pontevedra— los residentes, hartos de que que la gente atraída por sus playas colapsen las aceras y calles, también han decidido movilizarse, aunque de una forma algo más peculiar. Su estrategia ha sido cruzar pasos de peatones.
Cruzar y cruzar y cruzar pasos de peatones.
De protestas y peatones. Sobre protestas no hay nada escrito. Por ejemplo, en julio los vecinos de Barcelona molestos con la masificación turística recurrieron a pistolas de agua para empapar a los visitantes que tomaban cañas en las terrazas. En O Hío, Cangas, una localidad de las Rías Baixas famosa por sus arenales, han encontrado también su propia forma de mostrar su malestar con la saturación.
Y aunque resulta algo pintoresca, es incuestionable que también es efectiva: les ha dado una visibilidad más allá de Cangas, Pontevedra e incluso Galicia y ha dejado clara su postura. ¿El motivo? Su estrategia ha consistido en ponerse a cruzar durante minutos y más minutos, una y otra vez, pasos de cebra del pueblo.
Pero eso… ¿Por qué? Muy sencillo. Por el código de circulación. Las leyes de Tráfico dejan claro que si hay peatones atravesando un paso de cebra que no esté regulado por semáforos los vehículos deben esperar. Y si ese flujo de peatones es constante e ininterrumpido durante media hora, a los conductores no les queda otra que echar el freno y amarse de paciencia mientras se forma una amplia caravana a sus espaldas, que es precisamente lo que pretendían en O Hío.
Importa el qué, e importa el dónde y cuándo. Si la protesta de Cangas ha funcionado es porque los vecinos supieron calcular el lugar, la hora y el día de su movilización. Lo hicieron hace una semana, poco antes de media mañana de una jornada veraniega y soleada, y lo volvieron a hacerlo ayer, un domingo de agosto con temperaturas elevadas y sol. O lo que es lo mismo, un día de playa.
En ambas ocasiones el «modus operandi» de los vecinos fue muy similar: los residentes empiezan a cruzar pasos de cebra durante alrededor de media hora en puntos estratégicos del municipio, por donde saben que pasarán los coches de los visitantes que quieren llegar a algunas de las playas más populares de O Morrazo.
37 minutos… y largas caravanas. Hace una semana por ejemplo los vecinos ocuparon durante 37 minutos el paso de peatones situado justo al lado de un bar de la zona, próximo a los accesos a algunos arenales especialmente concurridos. Ayer repitieron la misma estrategia: decenas de vecinos se dedicaron a colapsar cerca de 20 minutos tres pasos de peatones de la carretera provincial EP-1005.
De nuevo el dónde fue tan importante como el cuándo: se centraron en dos cruces de Igrexario y un tercero hacia Pinténs, frente a una tienda local. La Voz de Galicia asegura que las concentraciones se disolvieron en 20 minutos para evitar que la Guardia Civil pudiese identificar a los vecinos que participaron en la protesta.
Sencillo… y efectivo. Lo de ponerse a cruzar un paso de peatones de forma ininterrumpida durante casi media hora quizás suene extraño, pero en Hío han demostrado que se ajusta perfectamente a sus objetivos. Aunque los organizadores reconocían ayer que la convocatoria no tuvo el seguimiento esperado, acabó siendo un altavoz magnífico para que los vecinos pudiesen exponer sus quejas.
Al reunirse un domingo de verano y soleado, en menos de media hora causaron embotellamientos con decenas de coches implicados. Y la puesta en escena resultó tan peculiar que han conseguido captar el interés no solo de la prensa local, sino de medios del país. De sus crítica se ha hecho eco por ejemplo La Vanguardia.
¿Por qué lo hacen? Porque los vecinos aseguran estar «desesperados» por los colapsos y aglomeraciones de vehículos que sufren verano tras verano. Viven en una zona de playas, una codiciada además por los turistas y las familias que viven en otras partes de Galicia o incluso de puntos de las Rías Baixas. Y eso, que a priori debería suponer una ventaja, acaba convirtiéndose para ellos en una pesada losa.
«Todos tienen derecho a ir a las playas, pero los vecinos tenemos derecho a vivir», reivindicaba hace una semana en La Voz de Galicia Mercedes Villar, presidenta de la asociación vecinal de Pinténs. Al generar embotellamientos buscan, aseguran, mostrar a los visitantes qué supone vivir entre un caos de vehículos.
«Afecta a la vida de todos». «Los problemas de tráfico ya son habituales, pero este año se han triplicado como mínimo. Es una avalancha de coches que no solo contamina, sino que afecta a la vida de todos porque aparcan donde les da la gana», censura Villar. En el foco, subrayan, tienen a los visitantes incívicos que dejan sus coches mal aparcados, bloqueando aceras y entradas a casas. “Queremos que la gente sea comprensiva y que si ven que no hay sitio para aparcar, se vayan».
«No es turismofobia». La frase es de nuevo de Villar, quien insiste en que los vecinos de la zona no están en contra del turismo en sí, sino de que los arenales se disfruten de forma desordenada, sin control y a costa de quienes tiene sus casas en la zona. «No es turismofobia, es el derecho de los vecinos a vivir en paz, es proteger el entorno natural de O Hío y nuestra seguridad e integridad física».
A la avalancha de visitantes llegados de otras partes de España, pero también del resto de Galicia, se añade este verano un desafío extra, y no menor: discrepancias entre la Policía Local y el Ayuntamiento que afectan al control de los vehículos en los accesos a las playas. «Nos han llevado a esta situación de total abandono, que ha sido aprovechada por muchos de quienes acostumbran a venir a disfrutar de nuestras playas, generando grandes atascos, multitud de aparcamientos indebidos e inseguridad en nuestras aldeas», lamentan en declaraciones a Faro de Vigo.
Imágenes | Sergei Gussev (Flickr) y Simone Ramella (Flickr)