La escena se repite cada año en la costa sur de Islandia entre los meses de agosto y septiembre. Es la temporada de los frailecillos, esa criatura tan adorable de pico rojo anaranjado con sus llamativas plumas blancas y negras y sus ojos de cachorrito. La época del año en la que los polluelos, también llamados pufflings, están listos para dejar el nido y pasar los próximos meses en un espacio desconocido. Y entonces, surgen decenas de humanos para arrojarlos por un acantilado en la oscuridad. Como veremos, los islandeses no se han vuelto locos.
La eclosión del frailecillo. Esto es más o menos lo que ocurre en esta época del año: unas seis semanas después de la eclosión, un frailecillo, que ha estado a salvo en una madriguera construida por sus padres en acantilados cerca del océano, está, aparentemente, listo para dejar el nido y dirigirse al mar abierto. Para ello, el ave utiliza la luz nocturna de la luna como guía.
Sin embargo, y debido en parte a la contaminación lumínica de las ciudades cercanas donde anidan estas criaturas, muchos de ellos pueden desorientarse y, en lugar de dirigirse al mar para pescar y fortalecerse, terminan dirigiéndose hacia el interior, donde corren el riesgo de morir. Y entonces aparecen los humanos.
Rescatando al frailecillo. Se podría decir que el cambio climático y las comodidades de la sociedad moderna, como las luces de las ciudades, están amenazando la supervivencia de estas aves. Por eso, cuando las crías más vulnerables se distraen y se ven tentadas a irse tierra adentro por accidente, algunos humanos les echan una mano acorralándolas y arrojando a las crías al mar en nombre de la conservación. De hecho, los biólogos lo aprueban.
La situación es tal, que la temporada de frailecillos viene acompañada de esta tradición, donde los apasionados lugareños y cada vez más visitantes se reúnen armados con guantes y cajas, y salen a las calles por la noche durante el final del verano para cazar y rescatar a los polluelos descarriados y escoltarlos de vuelta al mar.
¿Cómo? La acción se realiza principalmente de dos formas. La primera: colocándolos en el borde de un acantilado y esperando a que encuentren sus alas. La segunda, y más viral a lo largo de los últimos años, lanzándolos suavemente, con un movimiento por debajo de la mano, al aire como estímulo para que emprendan el vuelo.
El enclave. Aunque ocurre en varios enclaves de la costa, el lanzamiento de frailecillos se da principalmente en Vestmannaeyjar (Islas Westman), donde los animales anidan en gran número. Es la colonia de frailecillos más grande que se puede encontrar en Europa, y especímenes adultos establecen nidos a lo largo del acantilado para mantener a salvo a sus crías en desarrollo.
En la ciudad ya existen incluso equipos de rescate establecidos, así como familias comunes que intervienen cada año para ayudar cuando ese primer vuelo inaugural sale mal. Estos grupos pueden rescatar hasta 10 frailecillos por noche durante el pico, y es una carrera contra el reloj para alcanzarlos antes de que se queden atrapados o se alejen demasiado. Incluso el puerto está equipado con redes para recoger cualquier aterrizaje defectuoso en el agua, ya que el petróleo aquí puede dañar sus plumas y hacer que se ahoguen.
Proceso antes de lanzar un frailecillo. Como explica Erpur Snær Hansen, director de investigación ecológica en el Centro de Naturaleza del Sur de Islandia, lo ideal es que quienes encuentren un frailecillo primero lo pesen y luego lo reporten en el sitio web lundi.is para que la organización pueda llevar un registro de cuántos pájaros “rebeldes” hay cada temporada.
Especie en peligro. El experto también ha explicado que aunque no están en peligro de extinción, la población promedio en Islandia ha disminuido un 70% en los últimos 30 años. Además de la contaminación lumínica, “lo que está frenando más drásticamente las cantidades de frailecillos son las crecientes temperaturas de la superficie del mar», subraya Hansen. De hecho, las investigaciones sugieren que está muy correlacionada con las poblaciones saludables de frailecillos. Cuando las temperaturas del mar aumentan, las cantidades de frailecillos disminuyen.
¿La razón? Se piensa que las temperaturas superficiales más cálidas dan como resultado menos peces, especialmente lanzón, que es la principal fuente de alimento de los frailecillos. Y la falta de alimento para los frailecillos adultos significa que no habrá crías. Además, solo ponen un huevo por año, y solo después de entre los 3 y 6 años. Esa rareza, combinada con la falta de alimento y tiempos de eclosión más tardíos, junto a la caza legal de las aves, se combinan para amenazar a la población.
Imagen | Godfon
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