Cuando el 8 de septiembre de 1888, el teniente de navío Isaac Peral se subió al primer submarino de propulsión eléctrica del mundo en las aguas de la bahía de Cádiz, la humanidad hacía ya dos siglos que estaba intentando construir un método eficaz de explorar las profundidades del océano.
Durante décadas y décadas, cada vez que un nuevo cacharro empezaba a sumergirse la gran pregunta era has dónde aguantará, cuáles son sus límites, conseguirá volver sano y salvo. Casi un siglo y medio después, las preguntas siguen siendo las mismas (aunque tenemos algunas respuestas).
Porque todos sabemos que los submarinos pueden alcanzar gran profundidad en condiciones de presión endiabladas, pero ¿sabemos con precisión cuáles son sus límites?
¿Cuál es la profundidad máxima a la que ha bajado un ser humano? Aunque, según las últimas mediciones, la fosa de las Marianas tiene una profudidad de unos 11.034 metros bajo la superficie. Lo cierto es que el ser humano no ha conseguido alcanzar esa cota.
El 23 de enero de 1960, el teniente de la marina estadounidense Don Walsh y el famoso oceanógrafo suizo Jacques Piccard utilizaron un batiscafo especialmente diseñado (el Trieste) para, tras un viaje de más de cuatro horas, llegar hasta los 10.916 metros de profundidad en el abismo mariano de Challenger, al sureste de Guam.
Casi les cuesta la vida, pero durante años esa fue la marca a batir. Y se batió en varias ocasiones. Actualmente, Victor Vescovo (fundador de Caladan oceanic) en que tiene el récord: 10.925 metros alcanzados en abril de 2019.
España también «se hunde». Como curiosidad, el 18 de abril de 2021, el ingeniero lucense Héctor Salvador se convirtió en el español que más ha bajado: hasta los 10.706 metros, con el submarino DSV Limiting Factor, construido por la empresa catalana Triton Submarines.
No obstante, los submarinos ‘normales’ no pueden alcanzar esas profundidades. Es innecesario. Según Frank Wündsch, los submarinos de guerra actuales suelen moverse en en torno a los 600 metros de profundidad y ciertos tipos de submarinos nucleares alcanzan fácilmente los 900 (y, en los últimos años, llegan mucho más abajo).
Pese a todo, los océanos siguen siendo unos grandes desconocidos. De hecho, como se suele decir, conocemos mejor las superficies de Marte, Venus o Mercurio que el fondo del mar. Pese a todos los esfuerzos, solo hemos sido capaces de mapear algo más de una quinta parte del fondo marino y no avanzamos demasiado rápido.
Y no deja de ser curioso porque el mar es cada vez más imporntante. Hay decenas de cosas («la circulación oceánica, la dinámica de las mareas, el pronóstico de tsunamis, la localización de los recursos pesqueros, el transporte de sedimentos, los riesgos geográficos submarinos, la instalación de cables y tuberías submarinas, la extracción de minerales, la exploración de petróleo y gas o el desarrollo, construcción y mantenimiento de infraestructura») para las que el conocimiento del fondo marino es crítico.
Pero es 2024 y seguimos viviendo de espaldas a él.
Imagen | Blair Morris