Cuando piensas en el humano más fuerte del planeta te imaginas a un atleta con un físico descomunal. Alguien, por supuesto, con una musculatura desarrollada tan potente como eficiente para desarrollar esa “superfuerza” que se sale de la media. Esto es más o menos el pensamiento popular, pero ¿qué dice la ciencia a eso? Un estudio llamó a uno de esos “super hombres” para averiguar si existía algún secreto detrás de sus músculos. La respuesta corta es que sí.
El hombre más fuerte. Eddie «la Bestia» Hall era el hombre más fuerte del mundo en 2017. Al menos eso decía el título oficial mundial, uno que se unía a otros cinco títulos al “más fuerte” en Gran Bretaña, junto a un segundo puesto en el certamen de Europa. Además, Hall había sido dos veces campeón mundial de peso muerto y poseedor del mencionado récord mundial en la modalidad (levantó 500 kg). Por eso, cuando los científicos pensaron en el estudio sobre la fuerza, las miradas se dirigieron al atleta.
Durante los 15 años antes de la llamada de los investigadores, Hall había realizado un entrenamiento de resistencia continuo y regular de la parte superior e inferior del cuerpo. Doce meses antes de la prueba para el estudio, su entrenamiento consistía en sentadillas para la parte inferior del cuerpo, levantamientos de peso muerto, prensas de piernas, extensiones de rodillas, prensas de banco para la parte superior del cuerpo, prensas de hombros, remos con mancuerna y poleas laterales.
Preparando a Hall. Lo único que se le pidió fue que no realizara ninguna actividad extenuante durante las 24 horas previas a la prueba. De fondo: averiguar qué lo hacía extraordinariamente fuerte y si los resultados podrían ayudar a atletas y no atletas por igual. “La comprensión científica de la fuerza muscular es importante debido a su papel en el rendimiento atlético, la prevención de lesiones y el envejecimiento saludable», cuentan los investigadores.
El estudio. Lo primero que hicieron cuando Hall llegó a los laboratorios de la Universidad de Loughborough en Reino Unido fue someterlo a exploraciones de resonancia magnética de 3,0 T con los que evaluar el tamaño de 22 músculos individuales de las extremidades inferiores, cinco grupos musculares funcionales y el área de la sección transversal del tendón rotuliano.
Este tipo de exploración es capaz de generar un campo magnético que es dos veces más fuerte que una resonancia magnética normal (1,5 T o Teslas), lo que proporciona imágenes más claras, especialmente de los huesos, articulaciones y músculos. Además, el hombre también realizó sentadillas a una profundidad seleccionada por él mismo y luego saltos lo más alto posible, junto a los llamados tirones isométricos a la mitad del muslo, similares a un peso muerto, excepto que la barra no se mueve.
En el caso de las sentadillas, son una medida confiable de la potencia de la parte inferior del cuerpo, mientras que el peso muerto evalúa la fuerza de todo el cuerpo y las capacidades de producir fuerza.
Diferencias con otros hombres. Para darle contexto a los resultados de Hall, compararon la forma, figura y estructura de sus músculos y tendones con las de otros atletas, entrenados y no entrenados. ¿Qué descubrieron? Sorprendentemente, que el volumen muscular total de los 22 músculos de las extremidades inferiores de Hall era casi el doble (+96%) que el de los no entrenados, un 63% mayor que la población de atletas sub-élite y un 32% mayor que los velocistas de élite de 100 metros.
Como explican en el trabajo, la mayor diferencia en el volumen muscular de Hall se observó en las “cuerdas tensoras”, es decir, los músculos sartorios, gracilis y semitendinoso, los cuales estabilizan la pelvis y el hueso del muslo (fémur). Los valores de Hall fueron hasta tres veces mayores en comparación con los no entrenados: +140 % para el grácil, +157 % para el semitendinoso y +202 % para el sartorio.
Más diferencias. El estudio apunta que también había grandes diferencias en el grupo de músculos de la planta del pie responsable de la extensión de los dedos y la estabilización de los tendones bajo fuerza: +120 % frente a la población no entrenada, +100 % frente a los velocistas sub-élite y +70 % frente a los velocistas de élite.
Y de todas, la diferencia más pequeña se encontró en los músculos flexores de la cadera responsables de flexionar la cadera y elevar las piernas, así como de mantener la estabilidad y la postura. En este caso: +65 % frente a los no entrenados, +30 % frente a los velocistas sub-élite y +5 % frente a los velocistas de élite.
Peso muerto. En cuanto al peso muerto, la fuerza máxima bruta de Hall fue un 54 % mayor que la del grupo comparable más alto, los levantadores de pesas sub-élite. Su fuerza máxima neta IMTP fue 100% mayor que la del grupo comparable más alto, en este caso, los atletas de fútbol universitario.
Finalmente, su potencia máxima en las sentadillas fue más de 2,5 veces (164%) la del grupo no entrenado y 51% mayor que la del grupo comparable más alto, los jugadores de baloncesto profesionales.
Conclusión. Como subraya Jonathan Folland, autor principal del estudio, los resultados son una sorpresa. En primer lugar, el tronco superior no era tan decisivo para desarrollar su extrema fuera. “Esperábamos que los músculos grandes involucrados en la extensión de la rodilla y la cadera mostraran el mayor desarrollo. Si bien estos músculos estaban ciertamente bien desarrollados, nos sorprendió que el mayor desarrollo muscular fuera de los músculos largos y delgados de las ‘cuerdas tensoras’ que estabilizan la pelvis y el muslo. Esto indica que estos músculos estabilizadores pueden ser más importantes para levantar y transportar objetos pesados de lo que pensábamos”.
Un estudio que permite comprender mejor la función muscular, “los resultados sugieren lo adaptable que es el sistema muscular, con el mayor desarrollo muscular de los músculos que Eddie entrena y utiliza más, lo que sugiere que todos podemos cambiar y desarrollar nuestro sistema muscular para mejorar la función y el rendimiento de nuestros músculos”, zanjan.
Imagen | CASEYCOLTON, Loughborough University
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