A Noruega le va bien. Muy bien. Su tarjeta de presentación es un auténtico compendio de lo que aspiran a alcanzar otras muchas naciones del planeta: uno de los países con los mayores niveles de felicidad, una economía igualitaria, un lugar privilegiada en el ranking de naciones por PIB per cápita y gasto en bienestar social y un Estado con un holgado superávit presupuestario. Y sin embargo, pese a todo lo anterior, o quizás precisamente por ello, en Noruega ha surgido un sentimiento que poco tiene que ver con la satisfacción: una sensación de culpabilidad que se refleja en sus películas y series y ya ha captado el interés de los expertos.
Incluso le han dado un nombre: «escandiculpa».
Noruega «la feliz»… Los noruegos son felices. O son más felices al menos que los habitantes de la mayoría de países, según el estudio que de forma periódica publica SDSN con mediciones sobre algo a priori tan abstracto y variable como la felicidad.
Basándose en aspectos como el apoyo social, el nivel de ingresos, la salud, la libertad, la generosidad o el mayor o menor nivel de corrupción en un centenar y medio de naciones del planeta, los expertos de la SDSN crean un «TOP 10» de los países con los mayores niveles de felicidad. Noruega ocupa el séptimo lugar, justo entre Suecia y Suiza. A modo de referencia, España está en la posición 32.
… y la de las buenas cifras. Noruega no solo destaca en el ranking de países más felices de SDSN. Lo hace también en el de PIB per cápita, igualdad económica y de género, equilibrio entre vida personal y laboral, transición energética y menor corrupción, por enumerar solo un puñado de referencias. Por si semejante tarjeta de presentación no fuera suficiente, el país nórdico cerró el año pasado con superávit presupuestario y goza de valiosos recursos naturales.
Sociedad feliz… ¿Sociedad culpable? Ninguno de los indicadores anteriores supone en realidad una sorpresa. Que Noruega es un país bien posicionado y con un estado de bienestar envidiable es algo que se sabe desde hace ya tiempo. Menos conocido es que, con ese telón de fondo, en el país está surgiendo un sentimiento de culpabilidad que ya ha llamado la atención de algunos académicos. Incluso le han puesto un nombre: «Scan guilt», que suele traducirse como «escandiculpa».
Una sensación compartida. Sobre ese curioso fenómeno hablaba hace poco con los reporteros de la BBC Elisabeth Oxfeldt, profesora de literatura escandinava en la Universidad de Oslo. Durante una entrevista con la cadena británica, Oxfeldt confesaba que «no todo el mundo se siente culpable» en el país, «pero muchos sí». Y como prueba apuntaba a cómo esa sensación está aflorando en la cultura.
«Al observar la literatura, las películas y series de televisión contemporáneas, descubrí que el contraste entre el ‘yo’ feliz, afortunado o privilegiado y el ‘otro’ sufriente generaba sentimientos de culpa, inquietud, incomodidad o vergüenza», reflexionaba: «Hemos visto el surgimiento de una narrativa de culpabilidad sobre las vidas privilegiadas de las personas en un mundo donde otros sufren».
¿Qué nos dice la pantalla? En su artículo para BBC, el veterano reportero noruego Jorn Madslien explica que en los dramas noruegos recientes se muestran historias de personajes de la «clase ociosa» que se benefician de inmigrantes que viven en condiciones bastante peores que las suyas o noruegas que logran mejoras en materia de igualdad laboral gracias a niñeras llegadas de países pobres.
En el foco académico. El fenómeno está lo suficientemente arraigado en la sociedad escandinava como para que la Universidad de Oslo informe en su web de un proyecto interdisciplinario, dirigido por Oxfelt, que trata precisamente sobre «narrativas escandinavas de culpa y privilegio en una era de globalización».
«A través de los medios y las migraciones nos enfrentamos a diario a la conciencia de que hay otros que sufren: niños trabajadores, víctimas de trata, refugiados… Los otros viven a nuestro lado y a menudo contribuyen a nuestra prosperidad», señalan los responsables del programa de Oslo tras recordar cuál es la realidad noruega: «Una y otra vez se nos aclama como la nación más rica, feliz e igualitaria».
«Numerosas narrativas contemporáneas nos muestran que la sensación de desigualdad global no solo lleva a los escandinavos a considerarse afortunados por sus privilegios inusuales; también se sienten incómodos y sufren lo que llamamos ‘sentimiento de culpa escandinavo'», continúan. Uno de los objetivos del proyecto es entender la identidad cultural del país, “que está en un estado ambivalente».
Curioso, sí; nuevo, no. Una búsqueda rápida en Google muestra que la discusión en torno a la culpa (skyldfølelse) en Noruega no es del todo nueva. En 2017 la plataforma Forskning.co, impulsada por el Consejo de Investigación de Noruega, publicaba un artículo de título revelador —»Típico sentimiento de culpa escandinavo»—, en el que ya se hablaba de las investigaciones de Oxfeldt y la expresión de la culpabilidad escandinava (skandinaviske skyldfølelser).
«Los que vivimos en el país más rico y feliz del mundo tenemos muchas razones para sentirnos culpables ante la pobreza y la angustia de otras personas», recogía la crónica, de hace ya siete años. El mismo concepto se puede encontrar incluso en análisis anteriores de Politiken, Information, Ntiko Foreningen Norden.
Pero… ¿Qué hay de fondo? Noruega no es un país cualquiera. Y no solo por su posición en los rankings sobre felicidad, bienestar social o igualdad. En su análisis sobre la «escandiculpa», la BBC recuerda que parte de su riqueza y comodidad enraíza en negocios cuya moralidad ha sido cuestionada de forma pública.
Por ejemplo, según los datos que maneja ICEX la extracción de gas y petróleo representó en 2021 más del 15% del PIB del país y casi el 67% del valor de sus exportaciones. De hecho ese ejercicio fue el 11º productor a nivel global de «oro negro». Su próspero negocio de petróleo y gas se ha visto impulsado además por uno de los frentes más complejos de Europa: la invasión de Ucrania, lo que le ha obligado a salir al paso de quienes le acusan de beneficiarse de la guerra.
Sea o no así, lo cierto es que en 2022, con las tropas rusas ya desplegadas en Ucrania, Noruega logró unos ingresos récord por el petróleo y el gas. Otro negocio envuelto en polémica son sus piscifactorías de salmón, en las que se utiliza aceite elaborado a partir de pescado de las costas de Mauritania. Un análisis reciente de Financial Times, advierte de que el sistema «daña la seguridad alimentaria en África occidental». Hay quien habla incluso de «colonialismo alimentario».
Imagen | Oliver Cole (Unsplash)
En Xataka | Noruega es uno de los países más felices del mundo. Parte de su éxito se esconde en un hábito: friluftsliv