Siempre le agradó a Lionel Scaloni. Emiliano Martínez es una debilidad histórica. Le dio la responsabilidad de debutar en las eliminatorias cuando se alargó la recuperación por Covid de Franco Armani. La presentación fue el 3 de junio de 2021, en Santiago del Estero, en un 1-1 ante Chile por la clasificación al Mundial. Esa noche le llegaron poco, le convirtieron (Alexis Sánchez) y no tuvo muchas más ocasiones para demostrar su repertorio. Despertaba tantos interrogantes como un equipo al que no se le terminaba de ver el colmillo afilado que mostraría con voracidad poco tiempo más tarde.
Cinco días después, en la cálida y húmeda Barranquilla, Dibu se enfrentó con Colombia, rival que le empezó a despertar su volcánica personalidad, con el que se reencontrará por las eliminatorias, este martes, desde las 17.30, en la misma fogosa ciudad.
Aquel 8 de junio, su incipiente carrera en el seleccionado recibió un golpe que lo mandó al hospital. La Argentina ganaba 2-0 y a los 33 minutos del primer tiempo, el zaguero Yerry Mina cargó sobre Martínez cuando estaba en el aire para descolgar un centro. El topetazo lo hizo caer mal, estuvo aturdido, fue retirado en camilla y le colocaron un cuello ortopédico. Los estudios médicos en el hospital trajeron tranquilidad. No tenía nada grave, solo había sido el golpe.
En esa media hora, Dibu ya había empezado a dar muestras de una solvencia que luego sería habitual. Su ausencia se hizo más notoria porque Colombia llegó al empate 2-2, con una floja respuesta de Agustín Marchesín en el segundo gol.
La escala inmediata fue la Copa América de Brasil, donde la Argentina enfrentó a Colombia por las semifinales, en una definición por penales que se convirtió en el capítulo más sonado de su magnífico y polémico historial. Lionel Messi convirtió el primer penal de la definición, pero la figura de Martínez se catapultó por encima de todos. A su exuberancia física y reflejos le agregó una artillería verbal que se le desconocía. No se habló tanto de los tres penales que atajó como de sus desafiantes frases y miradas a varios ejecutantes.
Como si se estuviera cobrando una revancha, especialmente con Yerry Mina, a quien abrumó desde que llegó al área para tomar la pelota. “Te estás riendo, pero estás nervioso. Estás nervioso. Mirá que está un poquito adelante la pelota. Sí, sí, hacete el boludo, yo te conozco a vos. Mirá que si la cruzas te la saco. Mirá que te como hermano, mirá que te como”. Su bocado fue arrojarse sobre la izquierda y desviar el remate, a lo que le siguió un festejo desubicado. Borja y Davison Sánchez también fueron blanco de sus provocaciones, que solo merecieron una mínima observación de un árbitro complaciente.
La rivalidad, de todos modos, al menos durante las primeras horas, parece haber quedado a un lado por un momento, porque el seleccionado argentino tuvo un cálido recibimiento a su llegada a Barranquilla. Y el arquero, sobre todo.
De acuerdo a algunos videos, un nutrido grupo de aficionados colombianos esperaron al campeón del mundo en el hotel de concentración en Barranquilla. Camisetas albicelestes y de algunos equipos del fútbol argentino fueron vistas mientras esperaban a los jugadores.
Con aplausos fueron recibidos todos los que se bajaban del ómnibus en el que se trasladó desde el aeropuerto hasta el hotel. El jugador más ovacionado, sí señor, fue Martínez, que de todos modos, se estima que será uno de los más reprobados esta tarde, en el estadio.
Siempre está en el debate. Entre los partidarios que justifican una “batalla psicológica” y los que la condenan por ser antideportiva e irrespetuosa. Esta versión desinhibida sorprendió años atrás hasta al propio Scaloni, que de alguna manera la avaló: “No sabíamos todo lo que iba a generar en los penales, fue algo nuevo para nosotros. Más allá de lo que hizo, lo importante son los penales que atajó. Todo lo otro forma parte de su personalidad, ya está. Nosotros miramos el aspecto puramente deportivo. Todo lo que se ve de él es así, por eso es tan querido en el grupo”.
Dibu y Mina se saludaron con cordialidad tiempo después, antes de un duelo de Premier League en el que se cruzaron en el túnel; hubo abrazo y todo quedó bien. Sin embargo, después de Francia (y todo lo que pasó en la final en Qatar), Colombia es el país que más cuestiona al arquero argentino.
Martínez es, además de un caso de superación ejemplar, un obsesivo de los números. Quiere jugar siempre y ser el arquero récord. Toda la vida se preparó para estar donde está. Le llegó más tarde que lo usual. Hoy tiene 32 años y la vida en un puño. Fue la adolescencia interrumpida, el destierro a Buenos Aires, el perfeccionamiento en Independiente, la gran oportunidad de Inglaterra. Y temporadas y temporadas de puertas que se cerraban. De boyar de un lado hacia otro. El impacto en Arsenal, la apuesta en Aston Villa y la coronación en la selección. Cosechó todo de golpe y lo disfruta.
Hay más, claro. En Colombia tiene un fanático especial, alguien que sabe de estar bajo los tres palos, un histórico de la selección cafetera: René Higuita. El hombre que patentó la célebre “atajada del escorpión” contó: “Yo no sé si será loco o muy cuerdo. Pero cada día me enamoro más de él y es el Dibu Martínez. Ahí está, es campeón del mundo, campeón de la Copa América, fundamental en los triunfos de la selección argentina, en su equipo. Quizá no haya tenido la suerte de estar en los grandes equipos, pero sí está en las grandes ligas. En mi concepto, hoy en día, es el mejor arquero del mundo”.
Dibu va por todo. Después de ser decisivo, también, en la final de la Copa América, otra vez se cruza con el gran elenco de color amarillo. El color de un adversario que es indispensable en su carrera.
LA NACION