Muy lejos de la versión lucida y goleadora mostrada ante Vélez hace cinco días, enredado por el juego de trincheras que propone Platense, Independiente rescató un 1 a 1 que pudo ser inmerecida victoria (Franco Paredes marcó en contra el tanto del empate en el minuto 89) y cedió el liderazgo de la zona B del Torneo Apertura.
Agigantado por aquel 3-0 del miércoles pasado, el periodismo partidario de Independiente se animó a sumar al equipo al grupo de candidatos para pelear el torneo. Julio Vaccari cortó de raíz el atrevimiento, conocedor de las limitaciones que todavía reducen las chances de los suyos. Una de ellas es repetir fuera de su casa las muy buenas actuaciones que viene realizando cuando está en Avellaneda.
Los números no engañan: el Rojo llegó al escenario calamar con una única victoria en sus anteriores seis encuentros como visitante, un 3-2 ante Talleres más fortuito que meritorio, y sobre todo arrastrando un buen puñado de muy pobres actuaciones. El primer tiempo frente a River, pese a la derrota final, había encendido una esperanza de mejoría, pero no fue así. El Rojo volvió a exhibir un nivel notablemente inferior al que alcanza en el Bochini, aunque en el camino se las haya ingeniado para aprobar una materia menos vistosas pero igual de útil: la del sufrimiento.
Platense tiene una virtud poco agradecida para la vista y el espectáculo pero sin duda ideal para el plan de juego que dispone la dupla Orsi-Gómez, adaptado a la perfección a la materia prima con que cuenta: sabe cómo frustrar a sus rivales. Achica espacios y se agrupa en su campo cuando el rival se adueña de la pelota; dobla marcas por las bandas y, si puede, también por dentro; muerde y traba con fiereza en cada duelo individual; obliga al adversario a renunciar a la circulación por abajo y probar con pases largos a dividir; y de a poco les va quitando las ganas a los que llevan la camiseta contraria. Sin pegar, sin malas artes, con silenciosa eficacia.
En la tardecita de Vicente López, el primero en sufrir esa manera “prusiana” de jugar al fútbol fue Luciano Cabral. El 10 del Rojo, cosechador de elogios en las últimas semanas, se percató rápido que el día pintaba difícil para sacar el taco y la tiza con los que dibujó carambolas en partidos anteriores. Anticipado con justeza cada vez que quiso recibir o impedido de girar por uno o dos hombres de casaca marrón, su aportación se vio reducida a algún cambio de frente a años luz de distancia del arco local.
Lo mejor del partido
El resto de los dirigidos por Julio Vaccari siguió la senda que marcó Cabral. Anulado Tarzia, acosado Loyola, tapado Ávalos y apagado desde el inicio Montiel, el Calamar dejó sin efecto un prometedor arranque del Rojo para poner en práctica la segunda etapa de su plan: ir empujando a Independiente sobre su área.
Con la fuerza que imprimen los centrales y los dos volantes de marca -especialmente Ignacio Vázquez y Leonel Picco-, más las pinceladas de Vicente Taborda y Guido Mainero, el primer tiempo acabó jugándose más cerca de Rey que de Cozzani.
Le faltó a Platense en ese lapso una dosis mínima de claridad (o de talento) para encontrar resquicios en la defensa visitante. Lo logró una vez, a los 20 minutos, cuando Taborda dejó a Augusto Lotti mano a mano con el arquero del Rojo, pero el delantero sintió una cosquilla de Spörle en la cintura y se dejó caer en lugar de intentar la definición. Y una segunda, a los 7 de la segunda parte, con un remate enroscado de Taborda que Rey desvió con una gran estirada.
Condenado al padecimiento, con el viento en contra y enojado con el árbitro Juan Pafundi (acabó rodeado por los jugadores de ambos equipos luego de una noche muy desacertada), Independiente se sostuvo en la seguridad del triángulo Marcone-Lomónaco-Valdez. Empezaba a calcular que el punto no era mal negocio, cuando a los 29 pudo sacar un contraataque que el arquero Cozzani cortó en el mano a mano con Maestro Puch, y un minuto más tarde llegó a creer que la suerte iba a caer de su lado. Trepó el colombiano Angulo por izquierda, despachó el centro y el roce en Vázquez se metió por encima del arquero. Era demasiado para una noche tan gris. A los 44, un tiro libre de Taborda, pegó en Valdez, en la cara del recién ingresado Franco Paredes y se fue a dormir a la red.
Platense propuso un partido para rasparse y estiró a 10 los encuentros sin perder en su estadio. Independiente no consiguió desenmarañar el planteo rival, volvió a jugar mal fuera de su campo, pero al menos se llevó un punto y la certeza de que aprendió a sufrir. ¿El fútbol? Ah, no. Ese deporte tan bonito quedó pendiente para otra ocasión.