Un punto que hunde aun más en el fondo de la suma de la temporada a uno. Diez empates en 16 partidos y 15 en la tabla anual, que no le sirven mucho al otro. Tigre e Independiente terminaron 1 a 1 en Victoria por la Liga Profesional y nadie se fue contento. Ni siquiera los aficionados neutrales, asistentes a uno de los tantos partidos olvidables que entrega el fútbol local.
“Independiente es uno de los tres grandes del fútbol argentino sólo por su gente. Pero para ser un grande de verdad se necesita tiempo, proyecto, orden y trabajo”. El viernes, minutos después de la eliminación por la Copa Argentina ante Vélez, el entrenador Julio Vaccari se vistió de médico y realizó un diagnóstico que, si bien doloroso, tuvo una altísima dosis de precisión y certeza. Básicamente, porque como los análisis clínicos y las radiografías en medicina, los números que indican los rendimientos a través de los años son datos objetivos, en este caso, para medir el estado de salud de un club.
La frase del director técnico y el momento elegido para decirla avivaron las llamas de un disconformismo –por el juego, los resultados, los desempeños individuales– que empieza a rodearle la manzana al entrenador rojo. Poner en duda el tamaño de un club que pese a todo sigue percibiéndose inmenso, justo tras recibir un mazazo a la ilusión de pelear por un trofeo, estaría contraindicado por cualquier especialista en marketing, y ubicó a Vaccari en una situación en la que sólo el equipo quedó en condiciones de rescatarlo. Y el equipo volvió a fallarle.
Nada había hecho bien en ataque el Rojo hasta el minuto 23 de la etapa inicial. Mal en la salida de la pelota a través de Iván Marcone y Felipe Loyola, y mucho peor en las aperturas a las bandas, donde Santiago López (su titularidad inamovible resulta desde hace tiempo un misterio insondable) y Santiago Montiel perdían cada balón que llegaba a ellos. El muy modesto Tigre empezaba a ganarle la mitad de la cancha a partir del manejo del pibe Santiago González, y a preocuparlo arriba con la movilidad de Florián Monzón y el apoyo de Gonzalo Maroni desde una segunda línea.
Pero en ese momento, Lucas González pisó la pelota en el medio y abrió a la derecha hacia Santiago Salle, y el centro le cayó a pedir de boca a Gabriel Ávalos, que ejecutó un cabezazo potente arriba para el 1 a 0. Fue el único rapto de lucidez de un conjunto que de punta a punta de los 90 minutos repitió –y en algunos lapsos hasta agigantó– los defectos que sus simpatizantes le recriminan cada semana. Incluso el hecho de no sostener un resultado en favor, tal como le ocurrió en Córdoba frente a Belgrano.
Del Matador recién volvió a haber noticias en el comienzo de la segunda mitad. Tampoco había habido avisos cuando a los 6 minutos Ávalos perdió en el círculo central, Maroni ubicó al recién ingresado Darío Sarmiento en la derecha y el centro bajo encontró solo a Monzón en el segundo palo para el 1 a 1.
Compacto de Tigre 1 vs. Independiente 1
La igualdad sirvió al menos para agitar un poco un partido que hasta entonces había sido una soporífera sinfonía de errores groseros. Aparecieron algunos raptos de habilidad de Maroni –lejos, el más claro con la pelota–, la cabeza de Ávalos para asustar a Alan Sosa, un par de toques de Eric Ramírez… aunque ninguno con la justeza necesaria para generar algo que rompiese la igualdad.
Las matemáticas son claras e indican que Tigre se asoma al descenso y que, a puro empate, Independiente tendrá muy difícil volver a competir por una copa subcontinental. El domingo en Avellaneda (vs. Riestra, a las 15) se podrá medir el humor para con Vaccari, a quien el equipo ayuda poco, pero al que se hace cada vez más difícil discutirle el diagnóstico.