Otra cachetada. Otro golpe. De decepción en decepción. Así anda este apagado River, que en la Copa Argentina sumó su quinta eliminación de un año problemático. La caída con Independiente Rivadavia le duele demasiado porque el escenario era realmente favorable: venía de eliminar a Racing en cuartos de final, había cortado la mala racha con Talleres en el Clausura, recuperaba jugadores importantes y volvía a Córdoba con el mote de candidato para clasificarse por primera vez a una final en el segundo ciclo de Marcelo Gallardo. Pero ese torneo que en 2016, 2017 y 2019 fue un rescate, en 2025 tendrá una cruz roja encima que lo deja contra las cuerdas y acrecienta ese “momento de mierda” que describió el DT tras la eliminación, durante cinco minutos de crudeza extrema en los que no aceptó preguntas y expuso las heridas suyas y de todo River.
¿Cuánto más margen tiene? ¿Le alcanzará para meterse en la Copa Libertadores 2026? ¿Tendrá fuerzas para recuperarse y transformarse en candidato en el torneo? ¿Cómo llegará al superclásico? Gimnasia en el Monumental y Boca y Vélez como visitantes son las tres fechas restantes que tiene en el Clausura para poder asegurar su lugar en octavos de final y su boleto a la próxima Libertadores. Hoy todo se vuelve interrogante. Nadie puede asegurar que el cierre del año traerá noticias positivas. No hay certezas porque tampoco las ofrece un equipo que jamás pudo consolidarse a lo largo de todo el año. Gallardo no pudo consolidar una base futbolística confiable y segura, con demasiadas rotaciones de nombres y sistemas. Y tampoco pudo imprimirle una idea de juego sostenida en el tiempo. Confianza a la baja, decisiones erráticas, distracciones defensivas, respuestas individuales que no llegaron, refuerzos que no encastraron y la ausencia de ese gen competitivo tan característico de su ciclo anterior… son algunas de las posibles aristas de análisis de este crítico momento previo a las elecciones presidenciales del próximo sábado 1° de noviembre. El de anoche fue el último partido de la gestión de Jorge Brito, que deja el sillón de presidente en el peor momento futbolístico desde que asumió, cuatro años atrás.
La eliminación en semifinales también golpea porque el camino hasta acá ni siquiera tenía goles en contra: Ciudad de Bolívar (2-0) en marzo; San Martín de Tucumán (3-0) y Unión (0-0 y por penales) en agosto; y Racing (1-0) en octubre. De hecho, anoche tampoco recibió goles en los 90 minutos, pero nunca encontró los caminos para anotarlos en el de enfrente, más allá de un chispazo de Quintero en el primer tiempo y un par de cabezazos en el segundo, en medio del aguacero.. Aquella victoria en Rosario contra la Academia parecía ser el envión necesario, el trampolín para poder dejar atrás viejos reproches y cambiar el ánimo colectivo. No se lució futbolísticamente, pero pisó firme con el vigor y la presencia que se necesitaba para un duelo de ese calibre. Así y todo, no le alcanzó: en Córdoba se impuso la Lepra mendocina, que llegaba sin poder festejar en sus últimos seis juegos y ahora definirá el título con Argentinos Juniors. Y en Núñez no solo continuará el sinsabor de no haber podido gritar campeón desde que regresó el Muñeco en agosto del año pasado, sino la sensación de desparramar un valioso prestigio ganado.
Más allá del superclásico ganado en el Monumental y el duelo ante Racing, hay pocos hitos para rescatar. Y ya son seis los golpes en esos duelos decisivos, que marcan y muestran de qué está hecho un grupo. El hechizo se empezó a romper en octubre del año pasado, con el 0-3 en Belo Horizonte ante Atlético Mineiro en las semifinales de una Copa Libertadores que parecía estar al alcance de la mano, con la definición incluida en el Monumental. Luego, tampoco pudo recuperar terreno para conquistar la Liga Profesional que ganó Vélez.
En el inicio del 2025 llegó la Supercopa Internacional con Talleres en Asunción. Aquel 5 de marzo parecía ser la cita perfecta para conquistar el decimoquinto título del entrenador. Pero fue un empate 0-0 con un rendimiento que no estuvo a la altura y derrota por penales ante un rival que hoy está luchando por salvarse del descenso. Más tarde, en mayo, igualó 1-1 y cayó por penales con Platense en el Monumental en los cuartos de final de un Torneo Apertura en el que se perfilaba como el gran candidato. Finalmente, en el cierre de aquel semestre, partió a los Estados Unidos con la ilusión de alcanzar los octavos de final del Mundial de Clubes, pero igualó 0-0 con Monterrey y perdió 2-0 con Inter de Milán y quedó eliminado en la fase de grupos.
Todo se potencia por la enorme expectativa generada cuando regresó el DT más ganador de la historia. Y mucho más cuando se repasan los 65 millones de euros invertidos en 16 jugadores en tres libros de pases. Por eso las recientes caídas con Deportivo Riestra y Sarmiento en el Monumental fueron el detonante: el hincha estalló con silbidos y recriminaciones propias de épocas más oscuras. Lo mismo ocurrió anoche en Córdoba, con la eliminación consumada. Es que a River parecía que se le iban a caer las alternativas de los bolsillos, pero le sigue costando poder consolidar una columna vertebral consistente.
Qué dijo Gallardo
Una vez más, para el plantel y el cuerpo técnico será momento de cerrar filas y digerir rápidamente la caída porque no hay tiempo para lamentarse. De esos tres objetivos que planteó Gallardo, ahora solo le quedan dos: el superclásico y el Clausura. El piso obligado es la clasificación a la Libertadores, pero todavía no tiene ese ticket garantizado para un 2026 en el que hasta el DT tendrá que definir su continuidad. Si antes ya no había excusas, ahora mucho menos. River no puede seguir dejando pasar el tiempo sin volver a reconocerse.

