La persona más rica del mundo, que no es conocida por su humildad, todavía está aprendiendo la política cortesana despiadada del círculo íntimo de Donald Trump, y su influencia final sigue siendo una incógnita. Durante los primeros 53 años de su vida, Elon Musk apenas pasó tiempo con el empresario neoyorquino. Luego, a partir de la noche del 5 de noviembre, prácticamente no pasó tiempo sin él.
Y así, Musk, más que cualquier otro actor clave en la transición presidencial, se encuentra en una sesión intensiva de trumpismo. Es un desafío de ingeniería social mucho más complicado y menos familiar que la fabricación pesada o la ciencia de los cohetes que tanto perfecciona.
Abundan las dudas sobre si se graduará en 2028 con un título de cuatro años en trumpismo: ahora es un juego de salón en Washington y Silicon Valley especular sobre cuánto durará la relación Musk-Trump. La respuesta, como le dirán los asesores descartados del primer mandato de Trump, puede depender de la capacidad de Musk para apaciguar al jefe y mantener un perfil relativamente bajo, pero también para apuñalar a un rival cuando llegue el momento.
La mayoría de las personas que ahora rodean a Trump en la transición son asesores experimentados de sus luchas pasadas, o amigos personales de décadas. Musk no es ni lo uno ni lo otro. Lo que trae en cambio son sus 200 millones de seguidores en X y los aproximadamente 200 millones de dólares que gastó para ayudar a elegir a Trump. Ambos hechos han impresionado al presidente electo.
Durante la última semana, el multimillonario de origen sudafricano ha mantenido su rutina de camaradería con Trump, acompañándolo en casi todas las reuniones en Mar-a-Lago.
El martes, llevó al presidente electo al Valle del Río Grande en Texas para un lanzamiento de SpaceX. En las reuniones privadas, Musk muestra poca familiaridad con la política o los posibles miembros del personal de los que se habla, pero vuelve a un punto central: lo que se requiere, dice, es una «reforma radical» del gobierno y «reformadores» que sean capaces de ejecutar cambios radicales.
Musk no ha sido particularmente agresivo a la hora de promover sus nombres preferidos para los puestos de la administración. Pero su órbita en el mundo tecnológico se envalentona y se considera ampliamente influyente. Mick Mulvaney, quien se desempeñó como segundo jefe de gabinete de Trump y ahora trabaja en una firma de lobby, Actum, ha dicho a sus clientes que es probable que los ejecutivos de tecnología tengan un acceso extraordinario.
“Elon Musk, Marc Andreessen, David Sacks, Joe Lonsdale y otros líderes tecnológicos están influyendo en los preparativos de Trump para su segundo mandato, algo que ningún otro líder empresarial ha podido hacer a este nivel en elecciones presidenciales pasadas”, se lee en una presentación compartida por Mulvaney con sus clientes, a la que tuvo acceso The New York Times.
Pero Mulvaney, ex director de la Oficina de Administración y Presupuesto, se ha mostrado escéptico sobre la capacidad de Musk para cumplir con sus prometidos recortes presupuestarios. Recientemente les dijo a sus clientes que Musk descubriría que “ir a Marte es más fácil”. Lonsdale, fundador de Palantir, ha dicho a sus colegas que lo estaban considerando para múltiples funciones, entre ellas la cartera de Educación, pero se negó a seguir adelante a favor de su carrera empresarial.
«Eficiencia» y recortes drásticos
En todo Silicon Valley, el interés por trabajar en el ministerio de Eficiencia Gubernamental que orientará el multimillonario es muy alto.
Musk presionó con éxito para que se eligiera a Brendan Carr, un republicano, para dirigir la Comisión Federal de Comunicaciones -una «gran elección», escribió después del anuncio- aunque Carr siempre había sido visto como el favorito.
Pero el historial inicial de Musk también tiene sus defectos. Musk presionó para que Emil Michael, un ex alto ejecutivo de Uber, fuera el próximo ministro de Transporte, pero Michael perdió ante Sean Duffy, un ex congresista de Wisconsin. Duffy fue respaldado por Susie Wiles, quien se convertirá en la jefa de gabinete del próximo gobierno.
Musk también hizo un esfuerzo público para que Trump eligiera a Howard Lutnick, el director ejecutivo de Cantor Fitzgerald, como su responsable de la cartera de Economía. El presidente electo prefirió darle Comercio a Lutnicko. Musk también fue un defensor vociferante del ex diputado Matt Gaetz para Justicia, que debió retirarse por su prontuario de abusos sexuales.
Los asistentes de Trump están divididos sobre el papel de Musk. Algunos lo ven como relativamente inofensivo. Otros se han mostrado molestos por su presencia casi constante en Mar-a-Lago, especialmente dada su falta de historia personal con Trump.
Musk advierte el problema de esa influencia. El miércoles, en respuesta a un titular que lo describía como el “confidente más cercano” del presidente electo, dijo en las redes: “Para ser claros, si bien he ofrecido mi opinión sobre algunos candidatos al gabinete, muchas selecciones ocurren sin mi conocimiento y las decisiones son 100% del Presidente”. Parecía el reconocimiento de una lección bien conocida en el mundo de Trump: no eclipsar al jefe. Al menos si quieres quedarte un tiempo.
Fuente: The New York Times