Edmundo González Urrutia asegura que ganó las elecciones del 28 de julio, que es el «presidente electo» de Venezuela. Asumir el poder siempre pareció imposible, primero desde la clandestinidad y ahora en el exilio en España.
El discreto diplomático de carrera, de 75 años, fue el candidato accidental de la oposición de Venezuela, tras la inhabilitación política a la carismática María Corina Machado. Nunca aspiró a un cargo de elección popular, no fue una cara visible de las fuerzas antichavistas.
En un instante, sin buscarlo, González Urrutia cambió su anonimato por las luces de la campaña y una elección que, según la coalición Plataforma Unitaria, arrasó con casi el 70% de los votos.
No obstante, Nicolás Maduro fue proclamado vencedor para un tercer mandato consecutivo de seis años (2025-2031) y desde entonces comenzaron a llover acusaciones y mucha presión contra el candidato opositor.
En la clandestinidad desde el 30 de julio, se mostraba combativo en las redes sociales, desafiando la autoridad de Maduro. Desde el 2 de septiembre pesaba una orden de arresto en su contra tras haber ignorado tres citaciones a declarar en la fiscalía, que aseguraba tenían tinte político.
Se le solicitaba por «desobediencia a la ley», «conspiración» y «usurpación de funciones», mientras Maduro y su gobierno lo atacaban por todos los flancos, llamándole regularmente «cobarde», «Inmundo», «nazi» y responsablizándole de la violencia poselectoral que dejó 27 muertos.
«Su vida corría peligro, y las crecientes amenazas, citaciones, orden de aprehensión e incluso los intentos de chantaje y de coacción de los que ha sido objeto, demuestran que el régimen no tiene escrúpulos ni límites en su obsesión de silenciarlo e intentar doblegarlo», escribió este domingo Machado en X. «Ante esta brutal realidad, es necesario para nuestra causa preservar su libertad, su integridad y su vida».
«Nunca, nunca, nunca había pensado estar en esta posición», dijo a la AFP en abril González Urrutia. «Esta es mi contribución a la causa democrática».
Su postulación por la coalición Plataforma Unitaria en principio era temporal, lo que se llama «candidato» tapa en Venezuela, pero terminó perpetuándose con su cara en la boleta electoral y Machado recorriendo el país en campaña en su nombre.
«Lo que no sabían ellos era que esa ‘tapa’ se iba a convertir en frasco», recordó con una sonrisa.
González Urrutia nació en La Victoria, una pequeña ciudad a unos 110 km de Caracas en la que en 1812 se desarrolló una de las batallas más heroicas de la guerra de independencia. Allí creció y estudió hasta que se trasladó a la capital para comenzar la universidad.
Se graduó en Estudios Internacionales en la prestigiosa Universidad Central de Venezuela (UCV) para luego ingresar a la Cancillería.
En su despacho en casa destaca un cartel con una frase en latín: «Verba volant, scripta manent».
«Trabajé con un embajador que me decía: ‘todo lo escrito, queda, y las palabras vuelan'», explica sobre el significado de esa frase.
Autor y compilador de libros sobre Venezuela y sus relaciones internacionales, en la biblioteca de González Urrutia destacan «La anatomía del poder», de John Kenneth Galbraith, «El choque de civilizaciones», de Samuel Huntington, y «China», de Henry Kissinger.
Como diplomático, vivió en Bélgica y Estados Unidos.
Fue embajador en Argelia (1994-99) y Argentina (1999-2002) y, aunque residió muchos años fuera de Venezuela, insiste siempre en que conoce bien el país.
En su repentina carrera política, nunca se mostró muy cómodo bajo los focos, leía sus discursos en un tono monótono y rara vez improvisaba. Prefería dejar el protagonismo a Machado.
Aunque siempre se mostró moderado con llamados a la reconciliación y menciones a posibles amnistías en aras de una transición.
«Es un venezolano decente, demócrata y servidor a la República», lo describió Ramón Guillermo Aveledo, exsecretario de la coalición opositora.
«Es un hombre culto, honesto, familiar, sin dobleces y sin pizca de populismo», escribió por su parte el analista Toro Hardy, tras describirlo como «la antítesis del chavismo, del madurismo y del politiquero tradicional».
Ahora, engrosa la fila de dirigentes opositores en el exilio. Atrás quedaron las tardes en el balcón de su casa con las guacamayas, desde donde se comunicaba con sus nietos que vivían en un edificio vecino.