Los 22 millones de usuarios brasileños de X (la antigua Twitter) están huérfanos desde el sábado. Después de que el juez del Tribunal Supremo Federal Alexandre de Moraes ordenara el bloqueo de la red social, el apagón se materializó en pocas horas.
El cierre es una respuesta a los repetidos incumplimientos de órdenes judiciales por parte del dueño de la empresa, el magnate Elon Musk. Primero, se negó a bloquear los perfiles de extrema derecha que según el criterio del juez propagaban discursos de odio y atentaban contra la democracia.
Tampoco pagó las multas por no bloquear esos perfiles y se negó a nombrar un representante legal de la empresa en Brasil, lo que desencadenó la decisión final del cierre.
A pie de calle, la rotunda decisión de Moraes genera una división de opiniones que prácticamente traduce la polarización de la sociedad brasileña en los últimos tiempos: entre los más progresistas prevalece la idea de que Musk tiene que someterse a las leyes brasileñas y que las redes sociales no pueden ser una tierra sin ley.
Entre los más conservadores, se considera una decisión desproporcionada. Los seguidores del ex presidente Jair Bolsonaro la definen incluso como un ataque a la libertad de expresión y una abierta persecución a opositores políticos.
«Nuestra salvación es Elon Musk»
En las calles de Río de Janeiro las opiniones son diversas. Para Waldir Ferraz, elector de Bolsonaro, el juez, que lleva años en una cruzada contra la extrema derecha, “ha perdido el freno”.
“Esta decisión está teniendo una repercusión enorme, es muy mala para la imagen de Brasil, el mundo entero está preocupado con lo que está pasando. Pero Elon Musk no retrocederá, nuestra salvación es él”, dijo.
Los bolsonaristas han convocado una gran manifestación en Sao Pablo el 7 de septiembre, día de la Independencia de Brasil, para pedir el ‘impeachment’ (juicio político) del juez Moraes.
Discursos de odio
En la decisión en que decretaba el cierre de X en Brasil, el magistrado citaba el “riesgo inminente” de que “grupos extremistas y milicias digitales prosigan y amplíen la instrumentalización de X Brasil con la divulgación masiva de discursos nazis, racistas, fascistas, de odio y antidemocráticos”.
Alertaba, sobre todo, del impacto que esos discursos pudieran tener en las elecciones municipales que Brasil celebra en octubre.
El bloqueo de X, de hecho, ha tomado a los políticos en campaña por sorpresa y les está obligando a readecuar sus mensajes a toda prisa, y no sólo a los más extremistas, que hasta ahora tenían preferencia por la red de Musk porque no ponía límites a los contenidos.
En la izquierda moderada de Río de Janeiro, el equipo de campaña de la candidata a concejala Tainá de Paula (del Partido de los Trabajadores de Lula da Silva) se esfuerza para adecuarse a esta nueva realidad.
“El bloqueo impacta mucho porque el antiguo Twitter se construyó como un lugar de debate político, donde tratas desde los temas del día a día que no exigen tanta elaboración hasta respuestas públicas a etiquetaciones y comentarios. Hay un electorado que dialoga mucho a través de Twitter”, remarca Filipe Lopes, jefe de gabinete y coordinador de campaña de la aspirante a concejala.
Los 30.000 seguidores que De Paula tenía en X, se esfumaron de un día para otro. Y no todos están necesariamente en Instagram, por ejemplo, la otra gran red social del momento. Las circunstancias ahora obligan a un trabajo meticuloso: verificar si los seguidores más destacados (líderes de opinión, celebridades, otros políticos) están activos en alguna red de mensajes instantáneos alternativa.
Migración a otras redes
Lo cierto es que muchos usuarios brasileños están migrando a otras redes de microblogging similares, como Threads o Bluesky. Esta última sumó más de un millón de nuevos usuarios en apenas tres días.
Para la extrema derecha brasileña, la desaparición de X en plena campaña electoral representa un duro golpe, considera Lopes, porque la plataforma no ponía límites a sus mensajes más radicales ni a los robots que inflaban cuentas de forma artificial y distribuían noticias falsas a la velocidad de la luz.
“En ese discurso de odio ya no había ningún tipo de bloqueo. Las otras plataformas tienen otra perspectiva, hay más filtros”, recuerda el activista, que aun así considera que es pronto para sacar conclusiones sobre cuál será el futuro de la burbuja de la extrema derecha brasileña en Internet.
La decisión del juez brasileño iba acompañada de una dura advertencia: multas diarias de 50.000 reales (unos 8.000 euros) para los usuarios o empresas que intentasen acceder a la plataforma usando VPNs, mecanismos que esconden la dirección de acceso a Internet.
Algunos políticos bolsonaristas, como el diputado Nikolas Ferreira, aseguraron antes del bloqueo que desafiarían la prohibición a pesar de las multas, pero entre los ciudadanos anónimos prevalece la cautela a la espera de lo que pueda suceder en los próximos días.
Y es que el cierre de X en Brasil no tiene por qué ser definitivo. Según el fallo judicial, terminará cuando Musk cierre los perfiles sospechosos que solicitaba el juez, pague las multas que debe (que ya superan los 18 millones de reales, más de 3,2 millones de euros) y nombre a un representante de la empresa en Brasil.
El multimillonario, no obstante, parece no estar apurado por hacerlo. Otra de sus empresas, Starlink, una operadora de Internet, se negó a cumplir las órdenes de las autoridades brasileñas y sigue ofertando X a sus usuarios. Si sigue así podría ser la próxima empresa de Musk en tener problemas en Brasil.
Starlink ofrece internet vía satélite, lo que en los últimos años revolucionó el acceso a la red en las zonas remotas del norte de Brasil, sobre todo en la Amazonía. Más de 225.000 personas se conectan a Internet en Brasil gracias a sus satélites en la baja órbita terrestre.
El impacto social de clausurar Starlink sería mucho mayor que el de cerrar la antigua red del pajarito porque para la gran mayoría de sus usuarios brasileños es la única manera de acceder a Internet.