Esta semana, mi colega David Brooks y yo ofrecimos artículos desde dos futuros diferentes:
uno en el que Kamala Harris supera a Donald Trump en la carrera por la presidencia y otro en el que Trump sale victorioso.
Escribí la narrativa “Cómo gana Harris”, explorando un escenario en el que la candidata demócrata tiene éxito en su esfuerzo por aplicar el método Marie Kondo a la política progresista, ordenando las cosas al reducir la agenda demócrata a solo unos pocos componentes populares y dejando que esa plataforma simplificada y alegre exponga las tensiones internas de la coalición de descontentos del Partido Republicano.
Esa es una visión de lo que podría suceder, y creo que Harris tiene buenas posibilidades de ganar exactamente de la manera que describo.
Pero si me obligaran a hacer una apuesta sobre lo que sucederá, mis expectativas actuales se acercan más al escenario ofrecido por mi colega:
en el que Trump, no Harris, es el próximo presidente de los Estados Unidos.
Se podría argumentar que la forma más segura de apostar es simplemente no hacer una.
En el momento de escribir este artículo, Harris lleva una ligera ventaja en uno de los mercados de apuestas más populares, PredictIt, y Trump en otro, Polymarket.
En otras palabras, para la gente que hace apuestas reales, es una moneda al aire.
El promedio de las encuestas de RealClearPolitics en Pensilvania, el estado con más probabilidades de ganar, es un empate.
El complejo modelo del pronosticador electoral Nate Silver le da a Trump un 60% de posibilidades de victoria, pero el pronosticador de su antigua casa, FiveThirtyEight, cree que Harris tiene un 57% de posibilidades de ganar.
Todo esto parece la definición misma de una elección al aire.
Entonces, ¿por qué espero que la moneda caiga del lado de Trump?
Tres razones, ninguna de ellas completamente rigurosa y todas ellas ensombrecidas por el hecho de que me equivoqué en 2016 (cuando esperaba que Trump perdiera) y en 2020 (cuando esperaba que Joe Biden ganara con más facilidad de la que ganó), por lo que podría simplemente estar sobrecompensando el haber subestimado las posibilidades de Trump en el pasado.
Cúspide
En primer lugar, creo que si Harris estuviera en camino de ganar, estaría liderando de manera más decisiva en este momento.
Ha disfrutado de un período prolongado de cobertura mediática extraordinariamente positiva mientras la fórmula rival se tambaleaba tratando de encontrar una línea de ataque efectiva.
Recientemente tuvo el beneficio de la convención de su partido, que concluyó el 22 de agosto y fue recibida —al menos en la prensa— de manera extremadamente positiva.
Y, sin embargo, después de esos dos impulsos, todavía no está claramente por delante de Trump en la carrera del Colegio Electoral, lo que sugiere que probablemente ahora tiene más margen para caer que para ascender.
No es que necesariamente caiga:
es posible que mantenga el halo mediático y el estilo alegremente ligero de políticas durante dos meses más, y en mi ensayo sobre su camino a la victoria supuse que ese es el futuro.
Pero si el actual empate técnico es su techo, al menos en ausencia de algún cambio dramático en la carrera, eso es razón suficiente para que considere a Trump como un favorito por muy poco margen.
Esa es, según entiendo, parte de la razón por la que la proyección de Silver ahora le da a Trump una ventaja significativa.
Lo que no incluyen los cálculos de Silver es la expectativa de errores de sondeo como los que vimos, especialmente en algunas encuestas estatales, en 2016 y 2020, que llevaron a las proyecciones de Trump con resultados superiores a los esperados; y mi segunda razón para apostar por Trump es que sospecho que volverá a tener un rendimiento ligeramente superior.
Pronósticos
Silver explica por qué no está pronosticando un error de ese tipo:
porque la valencia partidista del error de sondeo varía de una elección a otra, porque los encuestadores han tenido cuatro años para corregir los problemas que los acosaron en 2020 y porque dos elecciones de Trump son una muestra demasiado pequeña para asumir que Trump se beneficiará de cualquier error nuevamente.
Todo es justo, pero de manera poco científica sigo sospechando que enfrentar a la coalición única de partidarios descontentos de Trump contra una coalición demócrata llena de liberales institucionalistas que están demasiado ansiosos (especialmente ahora que Biden no está en la boleta) por decirles a los encuestadores cómo votarán crea problemas de encuesta que son difíciles de superar por completo incluso para los encuestadores más cuidadosos y conscientes.
Si a eso le sumamos los murmullos de los profesionales y la lectura superficial de las hojas de té que sugieren que las propias campañas no creen del todo en las cifras de las encuestas públicas, me inclino a sumar mentalmente uno o dos puntos al total de Trump en los promedios, lo que nuevamente lo empujaría hacia el territorio del favorito.
Finalmente, como cualquier analista, estoy apegado a mis propias teorías, y mi teoría de esta elección antes de la gran sacudida era que los votantes estaban distanciados de Biden porque se lo veía como demasiado liberal y no solo porque era demasiado viejo y que la nostalgia de los votantes por la era Trump había fortalecido la posición de Trump en relación con cuatro u ocho años atrás.
En ese entorno, tenía muchas dudas de que sustituir a Biden por Harris, una figura lastrada por su historial impopular y su propio perfil más liberal, fuera suficiente para que los demócratas volvieran a la (extremadamente estrecha) ventaja de la que disfrutaron en los estados clave del Colegio Electoral en 2020.
Y sigo pensando básicamente que no será suficiente:
que a pesar del éxito de Harris a la hora de restaurar el entusiasmo demócrata, y a pesar de su éxito hasta ahora en flotar en algún lugar por encima y al margen de su historial progresista, no es una candidata lo suficientemente fuerte como para superar las fuerzas que dieron a Trump una ventaja en primer lugar.
Por eso sigo inclinándome a esperar una victoria de Trump, por ahora, a la espera de nuevos acontecimientos o del dramatismo del debate y con la conciencia de que toda esta era todavía está diseñada para dejar en ridículo a todos los pronosticadores políticos.
c.2024 The New York Times Company
