Donald Trump prometió llevar a Estados Unidos en una dirección diferente.
Al cabo de un año de su segundo mandato, eso está haciendo, promulgando o buscando cambios fundamentales en las políticas públicas, la política y la sociedad.
Ha llevado los cruces ilegales en la frontera a mínimos históricos y ha dejado claro que Estados Unidos ha cerrado la puerta a la mayoría de los refugiados no blancos.
Ha eliminado los programas de diversidad en el gobierno y ha empujado a las empresas estadounidenses a hacer lo mismo.
Ha contribuido a lograr un precario alto al fuego en Gaza, ha amenazado con cortar la ayuda a Ucrania y ha enviado al ejército a matar a presuntos narcotraficantes en el mar, al tiempo que desplegaba soldados bajo control federal en las calles de las ciudades estadounidenses.
Ha tensado enormemente las relaciones con sus aliados tradicionales y ha aplicado políticas, incluidas las relativas a las criptomonedas, que han enriquecido a su familia y a algunos de sus principales ayudantes.
Ha trastocado el sistema de comercio mundial aumentando los impuestos sobre las importaciones, con el argumento de que al hacerlo se recuperarían empleos.
Al mismo tiempo, ha ampliado las grandes reducciones del impuesto de sociedades y del impuesto sobre la renta de su primer mandato.
Ha revocado las políticas del gobierno de Joe Biden destinadas a abordar el cambio climático, ha desmantelado organismos gubernamentales sin obtener la aprobación del Congreso y ha recortado drásticamente la plantilla federal.
El vertiginoso primer año de Trump en el poder ha sido, como mínimo, polarizante.
Los otros pocos presidentes que tuvieron primeros años comparativamente trascendentales respondían a una verdadera crisis nacional:
Abraham Lincoln y la Guerra Civil, Franklin D. Roosevelt y la Gran Depresión.
Estados Unidos no se enfrentó a una emergencia de esas magnitudes en enero, pero Trump ha gobernado habitualmente con poderes de tiempos de emergencia.
En una democracia, la política puede seguir a veces un péndulo, en el que los presidentes y las mayorías cambiantes de los partidos corrigen el rumbo de los excesos percibidos de sus predecesores, solo para ser sustituidos a su vez.
Pero los presidentes también pueden dejar tras de sí un cambio permanente.
A medida que Trump se acerca al final del primer año de su segundo mandato,
¿cuánto de lo que ha hecho puede considerarse irreversible?
¿Volverá a ser Washington el mismo?
Migración
Lo que dijo Trump hizo de la migración un pilar de su campaña de reelección afirmando que impondría una amplia represión de la migración ilegal en el momento en que volviera a asumir el cargo.
Lo que hizo Trump intensificó la represión limitando no solo la migración ilegal, sino también la legal. Ha llevado los cruces ilegales en la frontera entre Estados Unidos y México a mínimos históricos.
Aunque ha iniciado redadas migratorias en ciudades, el gobierno aún no ha alcanzado su objetivo de deportaciones masivas.
Tras atacar al expresidente Joe Biden por el número récord de cruces ilegales durante su mandato, Trump, en una orden ejecutiva, bloqueó por completo el acceso al asilo a quienes entraran en Estados Unidos sin autorización.
También presionó a México para que hiciera más por disuadir a los migrantes antes de que llegaran a la frontera estadounidense.
Las medidas han demostrado su eficacia.
Desde enero, los agentes de la Patrulla Fronteriza han registrado menos de 10.000 cruces ilegales en la frontera suroeste cada mes, cifras no vistas en décadas.
Aunque Trump ha intensificado su campaña de deportaciones, se está quedando corto en su objetivo de ser la más severa de la historia de Estados Unidos.
El gobierno deportó a unos 500.000 migrantes en lo que va de año, según un análisis de los datos del gobierno realizado por The New York Times, muy por debajo del millón que se ha propuesto.
A pesar de la promesa del gobierno de enfocarse en “lo peor de lo peor”, la mayoría de los migrantes detenidos en operaciones de deportación de alto nivel en ciudades no tenían antecedentes penales, según los datos disponibles hasta el 15 de octubre.
El gobierno también ha deportado a migrantes a naciones lejanas y asoladas por la guerra de las que no son originarios, para animar a los migrantes que siguen en Estados Unidos a regresar voluntariamente a sus países de origen.
Dos proyectos de ley firmados por Trump reforzarán significativamente sus esfuerzos:
una ley que obliga a detener a los migrantes que entren en el país sin autorización y sean detenidos o acusados de determinados delitos; y otra que triplica el presupuesto del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas.
Trump también ha centrado su atención en la migración legal.
Recotó drásticamente el número de refugiados que Estados Unidos admite, hasta el nivel más bajo de la historia del programa. Reservó un número limitado de plazas para sudafricanos afrikáners, en su mayoría blancos.
También ha hecho más difícil que los migrantes obtengan la green card si proceden de países sujetos a su prohibición de viajar.
Fuerza de trabajo federal
Lo que dijo Trump prometió en repetidas ocasiones “demoler el Estado profundo”, un término que utilizaba no solo como abreviatura peyorativa para referirse a la seguridad nacional y a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, sino a la administración pública en general.
Lo que ha hecho al regresar al poder es reducir considerablemente la plantilla de personal federal.
Trump y su equipo purgaron el Departamento de Justicia y el FBI despidiendo en masa a dirigentes y fiscales de alto rango que estaban implicados en las causas penales contra él.
Su director del FBI, Kash Patel, ha redirigido grandes franjas de la principal agencia policial del país a la detención de migrantes indocumentados, al tiempo que ha recortado el trabajo en asuntos como la corrupción pública.
En colaboración con el Departamento de Eficiencia Gubernamental de Elon Musk, el gobierno de Trump también ha efectuado recortes radicales en organismos federales, ha congelado miles de millones en subvenciones y ha destripado unilateralmente entidades gubernamentales creadas por el Congreso, como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y el Departamento de Educación.
En términos más generales, el gobierno recortó las protecciones de la función pública promulgadas para evitar que la fuerza de trabajo federal se convierta en un sistema de botín.
También despidió a gran parte de los trabajadores recién contratados y ha ofrecido pagos por dimisiones a gran escala respaldadas por amenazas de despidos masivos.
En noviembre, la Oficina de Administración de Personal calculó que 317.000 trabajadores federales habían dejado el empleo público este año.
Se habían contratado unas 68.000 personas.
Se amplió la capacidad del gobierno para hacer cumplir las leyes migratorias, pero se ha erosionado una serie de servicios públicos, como el control y la prevención de enfermedades, la respuesta a las catástrofes y la investigación de tratamientos contra el cáncer.
El gobierno de Trump ha sugerido que los burócratas no elegidos han abusado de su poder.
Pero Trump socavó un mecanismo primordial creado por el Congreso para vigilar los organismos en busca de despilfarro, fraude y abuso, al purgar a los inspectores generales independientes.
Comercio
Lo que dijo Trump: prometió utilizar aranceles radicales para volver a equilibrar el comercio mundial en beneficio de Estados Unidos, tras años de “estafa” por parte de otros países.
Lo que hizo Trump: promulgó aranceles de amplio alcance a sus socios comerciales. Además, su estrategia estilo montaña rusa ha provocado una incertidumbre generalizada en los mercados y ha presionado al alza los precios.
Trump no perdió el tiempo y de inmediato añadió un arancel del 25 por ciento a las importaciones de Canadá y México, y un arancel del 20 por ciento a China.
En abril, Trump introdujo aranceles contra decenas de socios comerciales, lo que trastocó el sistema de comercio mundial, antes de suspenderlos repentinamente para llevar a cabo negociaciones.
En agosto, restableció los aranceles punitivos a escala mundial.
Los gravámenes han elevado la tasa arancelaria efectiva de Estados Unidos a más del 18 por ciento, el nivel más alto desde 1934, según el Laboratorio de Presupuestos de Yale.
Su disputa comercial con China ha tenido consecuencias devastadoras para algunas industrias.
China también impuso restricciones paralizantes al flujo de minerales a Estados Unidos y detuvo las compras de soja estadounidense.
Finalmente, Trump redujo los aranceles y alcanzó una tregua comercial con China, al tiempo que ofrecía a los agricultores un rescate para intentar cubrir sus pérdidas.
Aunque Trump prometió que sus aranceles animarían a las empresas a trasladar la producción de nuevo a Estados Unidos, ha habido pocos indicios de un auge de fábricas.
El sector manufacturero, que ha estado perdiendo puestos de trabajo durante los dos últimos años, ha perdido más de 50.000 trabajadores desde que Trump llegó al poder.
Las empresas se apresuraron a importar este año para acumular existencias antes de que entraran en vigor los aranceles, lo que les permitió comprar menos tras la imposición de los gravámenes.
En conjunto, el déficit comercial de 2025 sigue siendo significativamente superior al del año anterior.
Las empresas se han mostrado reacias a repercutir en los consumidores los aumentos de precios derivados de los aranceles, pero a medida que disminuyen estas existencias, han empezado a hacerlo.
Muchos de estos aranceles podrían desaparecer o ser sustituidos.
En noviembre, la Corte Suprema se mostró escéptica ante el uso que hizo Trump de los poderes de emergencia para imponer los aranceles.
Asequibilidad
Lo que dijo : Durante la campaña, Trump dijo que su gobierno “bajaría rápidamente los precios y haría que Estados Unidos volviera a ser asequible”.
Lo que hizo: Trump aún no ha proporcionado el alivio que muchos estadounidenses esperaban.
Persiste una inflación elevada, y la mayoría de los precios son más altos que hace un año, según datos del gobierno.
Los funcionarios de la Casa Blanca sostienen que sus políticas han hecho que bajen los precios de la gasolina, que rondan los 3 dólares por galón.
Pero los expertos no se ponen de acuerdo sobre si las políticas de Trump han sido el factor principal.
Los precios de muchos artículos domésticos, incluidos los comestibles, siguen siendo más altos que hace un año.
Trump ha empezado a relajar los aranceles sobre algunas importaciones, como el café, las bananas, la carne de vaca y los tomates, para ayudar a bajar los precios.
La economía creció vigorosamente hasta finales de septiembre, según informó recientemente el Departamento de Comercio, lo que demuestra que los aranceles de Trump no han tenido el efecto depresivo que muchos economistas temían.
Sin embargo, los aranceles han elevado indudablemente los costos de algunos bienes.
Con los precios altos, los votantes manifiestan cada vez más su descontento con la gestión de la economía por parte de Trump, según muestran encuestas recientes.
Trump ha presionado a la Reserva Federal para que baje drásticamente las tasas de interés, a pesar de que la inflación avanza en la dirección equivocada.
El banco central ha empezado a hacerlo gradualmente, pero los funcionarios se muestran cautelosos a la hora de reducir demasiado los costos de los préstamos.
Como consecuencia, las tasas hipotecarias siguen siendo altas, y tanto demócratas como republicanos han criticado ampliamente la propuesta de Trump de una hipoteca a 50 años.
Dicen que eso no aborda el problema de fondo de los costos de la vivienda: la escasez de viviendas en todo el país.
Bajo la presión de su partido, Trump propuso otras políticas para abordar la asequibilidad, como cheques directos de 2000 dólares a muchos estadounidenses. Los detalles de ese plan siguen sin estar claros.
Combate a las drogas ilegales
Lo que dijo Durante la campaña, Trump prometió enfrentarse a los cárteles de la droga.
Pero lo hizo en el contexto de una amenaza de bombardear México, donde se crean laboratorios de fentanilo, el opioide sintético que ha provocado un aumento de las muertes por sobredosis en Estados Unidos durante la última década.
Lo que hizo Trump ha dirigido fuego militar contra embarcaciones en el mar Caribe y el océano Pacífico oriental que, según ha dicho, transportan cocaína.
La política antidroga de Trump en su segundo mandato ha sido una mezcla de extraordinaria agresividad y extraordinarias contradicciones.
Trump ordenó a su gobierno que empezara a designar como terroristas a los cárteles de la droga y a las bandas criminales.
La medida no tenía precedentes.
Por definición, los terroristas son grupos motivados por la ideología o la religión; los cárteles de la droga son empresas sin escrúpulos que buscan ganancias ilícitas.
En julio, Trump ordenó en secreto al ejército que empezara a atacar embarcaciones en aguas internacionales sospechosas de traficar con drogas vinculadas a cárteles que su gobierno había calificado de terroristas.
Durante mucho tiempo, la Guardia Costera se había ocupado de los traficantes marítimos de drogas interceptando embarcaciones y deteniendo a personas.
Pero desde el 2 de septiembre, el ejército estadounidense atacó 29 de esas embarcaciones, lo que ha causado la muerte de 105 personas.
El gobierno declaró que las ejecuciones extrajudiciales eran legales porque Trump había “determinado” que Estados Unidos estaba en un conflicto armado formal con cárteles de la droga no especificados públicamente, y que las personas de las embarcaciones que murieron eran “combatientes”.
Una amplia gama de especialistas jurídicos en leyes que rigen el uso de la fuerza letal han rechazado la lógica de que se pueda cambiar legítimamente el papel de las drogas como armas, y que su tráfico pueda describirse como un ataque armado.
La principal justificación del gobierno de Trump es el aumento de las muertes por sobredosis de consumidores de drogas estadounidenses en la última década.
Pero ese aumento fue causado en gran parte por el fentanilo, que se fabrica en laboratorios mexicanos utilizando sustancias químicas procedentes de China.
Los ataques se han dirigido contra embarcaciones sospechosas de transportar cocaína desde Sudamérica.
A pesar del mensaje sobre las drogas, ha habido indicios de que los ataques pueden ser precursores de una operación para cambiar el liderazgo en Venezuela, país rico en petróleo.
Trump ha enviado una gran cantidad de armamento naval al Caribe, y sus ayudantes le han instado a utilizar la fuerza para desalojar del poder al presidente Nicolás Maduro.
Las conversaciones del gobierno sobre la destitución de Maduro se han centrado en la imputación de este por conspirar para exportar cocaína a Estados Unidos.
Pero en diciembre, Trump indultó al expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, quien el año pasado fue condenado en un tribunal federal por conspirar para exportar cocaína a Estados Unidos.
Este mes, Trump también firmó una orden ejecutiva que suavizaría algunos límites sobre la marihuana.
Guerras
Lo que dijo: Trump se postuló con la promesa de sacar y mantener a Estados Unidos fuera de las guerras. Prometió utilizar su relación personal con líderes extranjeros para poner fin rápidamente a los conflictos en el extranjero.
Lo que hizo: Desempeñó un papel clave en el alto al fuego en Gaza, pero fracasó en su promesa de conseguir un rápido acuerdo de paz en Ucrania.
Ha exagerado su éxito en la resolución de otros conflictos, y se ha apartado de su promesa de no iniciar guerras, al enfrentarse a Venezuela con la fuerza militar.
Trump no consiguió poner fin a la invasión rusa de Ucrania en las 24 horas siguientes a su toma de posesión, como prometió en campaña.
Sus enviados especiales están trabajando con sus homólogos ucranianos y rusos. Pero, a pesar de las concesiones de Kiev, Moscú no ha querido llegar a un acuerdo.
Aun así, Trump consiguió un acuerdo de paz para poner fin a una guerra de dos años entre Israel y Hamás. La violencia ha seguido recrudeciéndose en Gaza, pero el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó el plan el mes pasado.
Trump también ha exagerado con frecuencia sus esfuerzos por poner fin a las guerras, e insistió en una ocasión en que había resuelto ocho guerras en ocho meses.
Pero esa afirmación carece de contexto.
Trump utilizó la amenaza de interrumpir el comercio para ayudar a negociar un acuerdo de paz entre Tailandia y Camboya en julio.
Aun así, en diciembre estallaron enfrentamientos entre ellos.
Y aunque Trump se jacta a menudo de haber mediado en un acuerdo de paz entre Ruanda y la República Democrática del Congo, los combates mortales han persistido.
En el caso de India y Pakistán, Nueva Delhi dijo que el gobierno de Trump ayudó a mediar en un conflicto potencialmente mayor.
Pero India ha señalado que negoció directamente con Pakistán para poner fin a los combates.
Y Trump enfureció a muchos de sus partidarios cuando dio luz verde a un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán, lo que suscitó la preocupación de una guerra regional más amplia.
Días después, Trump anunció que Estados Unidos había mediado en un alto al fuego.
Tropas en suelo nacional
Lo que dijo: Durante la campaña, Trump dejó clara su intención de utilizar tropas militares en suelo estadounidense.
Enumeró tres propósitos: la persecución de migrantes indocumentados, la lucha contra la delincuencia en las ciudades controladas por los demócratas y la represión de las protestas que consideraba disturbios.
Lo que hizo: En su segundo mandato, el presidente no tardó en encontrar la forma de saltarse las leyes y las normas democráticas que, por lo general, prohíben el uso de soldados federales para hacer cumplir la ley.
En abril, Trump desplegó soldados en la frontera con México y utilizó una novedosa maniobra legal para otorgarles poderes como si fueran agentes de la Patrulla Fronteriza.
Al tratar una franja de terreno federal de 18 metros de ancho a lo largo del lado estadounidense de la frontera como una estrecha base militar, los soldados podían detener a cualquiera que intentara cruzar los puertos de entrada.
En Los Ángeles, en junio, cuando estallaron las protestas contra sus medidas de represión contra la migración, Trump impuso el control federal sobre la Guardia Nacional de California, a pesar de las objeciones del gobernador del estado, y envió 4000 soldados de este tipo, junto con 700 infantes de marina en servicio activo, a las calles de la ciudad.
Era la primera vez desde el movimiento por los derechos civiles que el gobierno federal tomaba el control de la Guardia de un estado sin el consentimiento del gobernador.
Más tarde, en verano, Trump envió soldados de la Guardia Nacional al Distrito de Columbia, lo que representó una enorme demostración de fuerza.
Como la capital es un enclave federal, tenía poderes más amplios para utilizar allí a la Guardia.
Trump también ha desplegado soldados en Memphis.
El despliegue de Los Ángeles dio lugar a una maraña de litigios sobre si Trump tenía potestad para asumir el control de la Guardia Nacional y sobre si había utilizado indebidamente a los soldados para funciones policiales.
En diciembre, un juez dictaminó que el despliegue había durado demasiado y ordenó que finalizara. Un tribunal de apelación ha confirmado esa decisión.
La Corte Suprema ha bloqueado, por ahora, los intentos de Trump de enviar soldados a Chicago, y ha puesto en duda la viabilidad de despliegues en otros lugares, como Portland, Oregón.
Pero el resultado es que Trump ha normalizado el uso de soldados federales en las calles de las ciudades.
El uso del Departamento de Justicia como arma
Lo que dijo: Trump prometió utilizar el Departamento de Justicia contra sus adversarios políticos si volvía al poder.
Lo que hizo: Trump ha utilizado abiertamente y sin tapujos el sistema federal de justicia penal como instrumento de intimidación contra quienes percibe como sus enemigos.
Trump ha ordenado directamente al Departamento de Justicia que investigue y acuse a las personas que él ha señalado.
La fiscala general Pam Bondi ha tratado de acatar la orden, lo que ha constituido el abandono de una norma posterior al Watergate según la cual los funcionarios del Departamento deben tomar las decisiones procesales de forma independiente.
En su primer mandato, Trump intentó hacerlo en repetidas ocasiones, pero sus esfuerzos fueron informales, a veces furtivos y, para su frustración, solo tuvieron un éxito limitado.
Pero ya fuera del cargo, tras ser imputado dos veces ante un tribunal federal, Trump afirmó que esas acusaciones no se habían derivado de la evaluación de sus acciones por parte de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, sino de la instrumentalización política por parte del presidente Joe Biden.
Prometió vengarse haciendo lo mismo si era reelegido.
En su segundo mandato, tras llenar los altos cargos del Departamento de Justicia con quienes fueron sus abogados, Trump empezó a cumplir esa amenaza.
En abril, firmó órdenes ejecutivas por las que exigía al Departamento que investigara a dos personas de su primer mandato a las que consideraba desleales.
En septiembre, Trump echó a la fiscala del Distrito Este de Virginia, después de que esta decidiera que no había base legítima para imputar a James Comey, exdirector del FBI, y a Letitia James, fiscala general de Nueva York. Le dijo a Bondi que actuara “ya” para imputarlos.
Bondi nombró entonces a Lindsey Halligan, ex abogada personal de Trump, quien carecía de experiencia como fiscal. Días después, consiguió que un jurado de acusación imputara a ambos. Más tarde, un juez desestimó los casos alegando que Halligan había sido nombrada indebidamente. El Departamento de Justicia sigue intentando procesarlos.
Y en Miami, una persona designada por Trump ha abierto una investigación sobre lo que los leales a Trump consideran una gran conspiración llevada a cabo por los funcionarios que dirigieron la investigación sobre Rusia y las dos causas penales contra Trump.
Purga de programas de diversidad y equidad
Lo que dijo: Trump prometió eliminar las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión en todo el gobierno. Dijo que desfinanciaría las universidades que apoyaran programas de diversidad y que recortaría la financiación federal a las escuelas que enseñaran “teoría crítica de la raza” o contenidos transgénero.
Lo que hizo: Trump ha intentado convertir en tabú la mera mención de la diversidad, y ha tomado medidas para eliminar las referencias a la esclavitud y a figuras históricas de color.
Trump ha tomado medidas para recortar miles de millones de dólares a las escuelas y universidades con programas de diversidad y equidad. El gobierno ha dicho que las universidades no pueden llevar a cabo programas de orientación “racialmente cargados” ni reservar becas para las minorías.
Ha dado prioridad a eliminar la investigación que implique diversidad reduciendo el número de subvenciones cuyos títulos mencionan “equidad” o “minoría racial”.
El Pentágono ha ordenado a los jefes militares que revisen todos los libros de sus bibliotecas que aborden el racismo y el sexismo.
El gobierno amenazó a los empleados federales con “consecuencias adversas” si no informaban sobre colegas que desafiaran el esfuerzo por purgar los programas de diversidad del gobierno federal.
Trump ha ordenado que se restauren y celebren las estatuas confederadas que honran a quienes lucharon por preservar la esclavitud. Ha acusado a la Institución Smithsoniana de incorporar “ideología divisiva y centrada en la raza” en sus exposiciones sobre la raza, y de centrarse demasiado en “lo mala que fue la esclavitud”.
Trump también ha atacado a empresas privadas y bufetes de abogados que adoptan prácticas de diversidad.
Ha firmado órdenes ejecutivas que restringen la enseñanza del racismo en las aulas e imponen límites a la enseñanza de cuestiones transgénero.
Trump ha eliminado las políticas de la era Biden destinadas a evitar la discriminación sexual y proteger a los estudiantes transgénero.
El gobierno ha ordenado que los documentos expedidos por este, como pasaportes y visados, reflejen el sexo biológico de una persona.
Las acciones de Trump no se han limitado a lo que él ha presentado como una guerra contra lo “woke”. También ha abandonado principios básicos de la Ley de Derechos Civiles de 1964.
Poder presidencial
Lo que dijo: Durante la campaña, Trump y algunos de sus asesores más cercanos dejaron claro que concentrar un mayor poder en el Despacho Oval sería un fin político en sí mismo.
Lo que hizo: En el cargo, Trump y su equipo se han volcado en un esfuerzo ambicioso y polifacético por ampliar el poder presidencial y centralizar en sus manos un mayor control sobre el gobierno.
Muchos presidentes van más allá de los límites del poder ejecutivo cuando intentan resolver un problema político concreto.
Pero Trump ha hecho muchos intentos de acumular más poder al mismo tiempo, mientras utiliza de forma rutinaria y prolífica las autoridades de emergencia destinadas a situaciones graves.
Un tema importante de esos esfuerzos ha sido centralizar el control del poder ejecutivo en sus propias manos acabando con los espacios de independencia creados por el Congreso.
Ha despedido a muchos tipos diferentes de funcionarios violando los límites legales, incluso en agencias independientes.
Esto ha preparado a los jueces de la Corte Suprema designados por el partido republicano, que son supermayoría, para anular los límites del poder presidencial sobre el poder ejecutivo, un viejo objetivo del movimiento legal conservador.
Otro tema tiene que ver con una autoridad fundamental que la Constitución otorga al Congreso: el poder de la cartera. El gobierno de Trump ha sentado una serie de precedentes que atribuyen parte de ese poder a la presidencia. Eso incluye retrasar, cancelar o de plano negarse a liberar fondos de subvenciones y otros gastos que el Congreso había autorizado.
Más allá de los poderes ampliados que ha reclamado sobre asuntos como el uso del ejército y el control de los procesos judiciales, Trump también ha ordenado al Departamento de Justicia que no aplique una ley que prohíbe TikTok.
Al hacerlo, ha sentado un precedente que sugiere que los presidentes tienen potestad para anular una ley basándose solo en la vaga afirmación de que interfiere con sus deberes constitucionales.
Charlie Savage escribe sobre la seguridad nacional y las políticas legales para el Times.
Zolan Kanno-Youngs es corresponsal de la Casa Blanca para el Times, y cubre al presidente Trump y su gobierno.
Ana Swanson y Colby Smith colaboraron con la reportería desde Washington, y Albert Sun desde Nueva York.
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