En diciembre de 2019, la Organización Mundial de la Salud lo anunció con bombo y platillo «cada vez menos personas en el mundo encienden un cigarrillo a diario». Según el el informe de Prevalencia del consumo de tabaco 2000-2025, la cifra había caído en 2018 gracias a que las mujeres; pero en 2020 también habría menos hombres fumando que el año anterior.
Era un punto de inflexión. El resultado de un ambicioso grograma socio-sanitario y cultural que había conseguido que, en palabras de Javier Padilla, secretario de estado de Sanidad, fumar se contemplara como algo «envejecido».
O eso pensábamos.
El tabaco golpea de nuevo. Sin embargo, hace un par de meses, el VI estudio de salud y estilo de vida de AEGON decía que esa tendencia se estaba invirtiendo (al menos en España). El número de fumadores en nuestro país había pasado un 23,2% en 2022 a un 41% en 2023.
Hay muchas causas detrás de esto, pero el ministerio de Sanidad tiene claro que los vapeadores y los cigarrillos electrónicos «han provocado que fumar vuelva a ser algo atractivo para los jóvenes». Para el Ministerio son «la puerta de entrada de los jóvenes en el hábito de fumar» y van a actuar en consecuencia.
Si vamos a los datos, la idea tiene sentido. Por un lado, España es el país de Europa en el que los jóvenes se inician antes en el tabaco. Por el otro, según la Sociedad Española de Medicina de Familia el 20,8% de los adolescentes vapean o usan cigarrillos electrónicos regularmente.
De ahí la insistencia del Secretario de estado de Sanidad de «abordar las políticas antitabaco como políticas de infancia y de juventud»
¿Qué va a hacer el Ministerio de Sanidad? En el Paseo del Prado ultiman los detalles de la modificación del Real Decreto 579/2017 que, además de ampliar las zonas libres de humos (a terrazas o lugares con presencia de niños), «recogerá la prohibición de los cigarrillos electrónicos desechables, la supresión de los aromatizantes y saborizantes en este tipo de dispositivos y legislará el empaquetado genérico de las cajetillas de cigarrillos» (para hacerlas menos atractivas).
Una guerra abierta contra las tabacaleras. Nada de esto pilla de nuevas a la industria. En mayo de 2024, el mismo Padilla decía que «de la misma forma que no confiaríamos en la Camorra para resolver el problema de la mafia en Italia, no deberíamos confiar en la industria del tabaco para resolver los problemas del tabaquismo para nuestra población».
Padilla defendía la necesidad de «espacios libres de humo y hacer que la exposición ambiental sea menor […] pero también necesitamos equiparar la regulación de las nuevas formas de tabaco y productos relacionados a la regulación de los ya existentes». «A día de hoy, nadie fuma ‘para hacerse el chulo’ un Ducados, pero sí un vapeador», concluía.
Y parece que ha cumplido. Si todo va bien, el decreto entraría el primer timestre de 2025.
Imagen | Claudia Ramirez
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