Sigue arrasando en taquilla, y hay muchos temas sobre los que se puede hablar alrededor de ‘Gladiator 2’ que no tienen que ver con su dichosa falta de fidelidad histórica —que Ridley Scott nunca ha tratado de alcanzar—, también caben conversaciones que van desde sus espectaculares peleas a sus monos-alien, su roñoso anticlímax o el pan sin sal de su protagonista. Sin embargo, lo que más llama la atención del conjunto es cómo se consuma la degradación visual de un blockbuster casi idéntico estéticamente en solo 24 años.
El presupuesto de la secuela es más del doble que el de la original, pasando de 100 millones de dólares a 250, una cifra bastante mayor incluso que la cantidad equivalente con inflación. El director es el mismo. Sin embargo, más allá del sobreuso de CGI, los cromas y otros elementos transversales en la forma de producir cine espectáculo actualmente, incluso ver a dos personajes hablando dentro de una habitación da la impresión de un cine más barato, más pobre, cuando hay muchos filmes independientes que demuestran que no siempre el dinero es el problema.
La erosión de un estilo de rodaje
Comparar tomas sueltas y poco glamurosas de ambas películas nos revela que en la de 2024 parece que tenga una anemia de grano y se presente con una cualidad digital supernítida que convierte lo que antes parecía cine en un ‘Grandes Relatos’ de Telecinco cualquiera. Esto ya era algo que pasaba en bastantes películas relativamente recientes, pero Sir Ridley Scott rara vez se ha salido de una consistencia de texturas de película suntuosa, dotando a su cine de un pedigrí de superproducción de prestigio del que raramente se ha desprendido en su carrera reciente.
Aunque sí se ha ido notando en su forma de producir una cierta apatía formal que ha ido haciéndose patente en sus trabajos más recientes, con una ‘Napoleón’ aquejada de cierto feísmo incluso acompañado por la desaturación cromática más desafortunada. Pero incluso en aquella se apreciaba una consistencia clara que aquí se torna en descuidos técnicos evidentes que pueden tener como origen un calendario apretado, o que todas las grandes producciones vienen ya con ese calendario apretado.
El estilo de edición del director, consistente en grabar con muchas cámaras y generar una narración en postproducción revela una producción desligada, propia de una fórmula de guerrilla que no se corresponde con aquel sello regio de ‘Todo el dinero del mundo’. En ‘Gladiator 2’ más allá del trabajo del departamento de arte, la aproximación estética está muy descompensada entre sets y exteriores. Hay momentos como las fugas al otro mundo que el objetivo cambia de textura y se hace aún más nítido, casi con cualidad de vídeo-novela.
Fallos técnicos de acabado o ¿IA?
Todo esto además de detalles visuales más propios de obras que buscan camuflar sus carencias, como filtros azules, violetas, o partes de la pantalla que parecen seleccionadas y coloreadas como con el cubo de pintura del Paint. Un collage bien hortera y pasado de fecha. En ocasiones, el aspecto de la cámara digital influye de tal forma que incluso parece que no se hayan pulido detalles esenciales de calibrado. En un momento en cámara lenta, hacia el final, puedes ver cómo la imagen de Paul Mescal tiembla, como si se desestabilizara la cámara.
Pero es que hay situaciones en las que incluso se desenfocan caras en planos estáticos, como ciertas conversaciones entre Connie Nielsen y Mescal en interiores, donde ambos actores están ligeramente borrosos, incluso existe algún travelling en el que el traqueteo de la cámara es bastante perceptible. Todos son detalles bastante impropios de una producción de tal calibre (repitamos 250 millones de dólares), y son independientes de si es buena a nivel de ritmo, si está mejor o peor escrita.
Independientemente de si es un requerimiento de producción a toda velocidad, si el proceso de postproducción no puede arreglar tanto como los cineastas creen en el set de rodaje, pero lo cierto es que ‘Gladiator 2’ es un testamento del pírrico mimo artístico de las películas destinadas a la gran pantalla en comparación con una década no tan lejana. Es normal que esto no cambie, claro, si en un solo fin de semana siguen haciendo en España cinco millones de euros.
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