De NVIDIA se habla mucho por lo que ha conseguido en cuanto a convertirse en un casi monopolio de facto por sus chips dedicados a la IA. Y por coronar la cima de las empresas más valiosas del mundo. Pero no tanto por el poder que le confieren sus certificaciones para otros fabricantes. No solo es relevante: cambia las reglas de la geopolítica tecnológica o global.
Una simple aprobación de Jensen Huang determina qué empresas prosperan y cuáles se marchitan en la economía de la IA.
Por qué es importante. Huang ha convertido a NVIDIA en el árbitro supremo del desarrollo de la IA. Ahora, la mera insinuación de que Samsung puede obtener su certificación para los chips de memoria HBM3E ha sacudido el mercado.
Es normal: la última vez que NVIDIA dio su bendición convirtió a SK Hynix en prácticamente un monopolio.
Entre bambalinas. Huang ha creado un ecosistema en el que su aprobación vale más que cualquier regulación gubernamental. Las grandes tecnológicas hacen cola por recibir su visto bueno. Google, Microsoft, OpenAI. Todos dependen de sus GPU para alimentar sus sistemas de IA.
En cifras.
- NVIDIA vale casi 3,5 billones de dólares.
- Sus ingresos han crecido un 94% interanual en el último trimestre.
- Una sola certificación puede multiplicar por 10 el valor de una empresa.
La paradoja. Mientras los gobiernos intentan regular la IA, Huang es quien realmente es capaz de controlar su desarrollo. Sus decisiones sobre certificaciones tienen más impacto en la innovación que la mayoría de políticas gubernamentales.
Es un poder que trasciende la tecnología. Es una nueva geopolítica corporativa donde las alianzas empresariales pesan tanto como los tratados internacionales. Hace poco hizo un llamamiento a la cooperación global desde Hong Kong… mientras busca la mejor forma de sortear las restricciones comerciales con China. Es un ejemplo que retrata bien esta nueva realidad.
En perspectiva. Este dominio de NVIDIA también plantea algunas preguntas incómodas sobre la concentración de poder en la era de la IA. Es un poder quizás sobrevenido, que nadie hace cinco años fue capaz de proyectar, ni siquiera la propia NVIDIA, pero su buen hacer durante décadas le ha llevado hasta esta posición.
Ahora es cuestión de tiempo ver hasta qué punto permiten los gobiernos que una empresa concentre este poder antes de intervenir.
El horizonte. La certificación pendiente de Samsung puede ser la antesala de un cambio radical en el mercado de semiconductores a nivel global.
Y más allá de este caso concreto, en el legado de Huang estará haber creado un nuevo orden mundial donde su bendición vale más que el oro.
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