Que el bosque no impida ver los árboles. Y que las llamas de los incendios forestales no hagan olvidar una de sus grandes amenazas para la salud, sobre todo la de las poblaciones cercanas: el humo. Aunque el fuego es el peligro más evidente en los incendios que cada verano devoran los bosques de medio mundo —incluidos por desgracia los españoles—, la ciencia muestra con una evidencia aplastante que el humo que generan supone un enemigo tan o incluso más alarmante para nuestros cuerpos. Las últimas investigaciones lo muestran con claridad.
Y reflejan que el humo de los incendios forestales influye en diagnósticos tan dispares como la demencia o las enfermedades cardiovasculares.
La amenaza microscópica. Que el humo de los incendios forestales es perjudicial para nuestra salud no es una novedad. Asociaciones de enfermos crónicos y organismos como los CDC o la EPA llevan años advirtiendo del peligro que suponen las columnas que se elevan de los incendios y extienden a amplias distancias. Hasta ahora sin embargo no éramos conscientes de hasta qué punto esos penachos oscuros representaban una amenaza para la salud humana.
«El humo se compone de una compleja mezcla de gases y partículas que se producen cuando se queman leña y otros materiales orgánicos», señala la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), que subraya: «Estas partículas microscópicas pueden penetrar profundo en los pulmones y provocar una serie de problemas, desde irritación en los ojos y goteo nasal hasta enfermedades cardíacas y pulmonares crónicas». Tal es su amenaza que la EPA recuerda incluso que hay estudios que relacionan la exposición a partículas con la muerte prematura.
Una amenaza perfectamente medible. Gracias al trabajo de los investigadores podemos pasar de la teoría a las cifras. Un estudio publicado en junio en Sciende Advances reveló que solo entre 2008 y 2018 en California se registraron más de 50.000 muertes prematuras que podían relacionarse con la exposición a partículas en suspensión achacables a su vez a incendios.
Para ser más precisos, los científicos identificaron al menos 52.480 fallecidos y alrededor de 432.000 millones de dólares en gastos médicos asociados. En el foco estaban las diminutas partículas PM 2.5, del tamaño de una trigésima parte de un cabello humano, y que al inhalarse durante los incendios forestales pueden incrustarse en los pulmones y terminar pasando al torrente sanguíneo.
Mayor riesgo de demencia. No es la única amenaza que representan los incendios forestales. Otro estudio reciente, divulgado este mismo verano durante la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer celebrada en Filadelfia, muestra una relación interesante (y preocupante) entre las probabilidades de registrar un nuevo diagnóstico de demencia y el humo de los incendios.
Las primeras, las probabilidades de un nuevo diagnóstico de demencia, aumentan alrededor de un 21% por cada microgramo extra en la concentración de partículas emitidas por incendios forestales. Las micropartículas no relacionadas con los fuegos también aumentan el riesgo, pero en una medida mucho menor.
Las partículas PM 2.5, en el foco. Para el estudio los investigadores de las Universidades de Washington y Pensilvania rastrearon los registros de salud de alrededor de 1,2 millones de adultos del sur de California a lo largo de una década, entre 2009 y 2019, y los datos de monitorización de la calidad del aire.
Su atención se centró de nuevo en las diminutas partículas PM 2.5, que como recuerda la OEHHA pueden proceder también de la contaminación generada por el tráfico rodado, las fábricas o la quema de madera. Los expertos se focalizaron sin embargo en los incendios forestales, durante los que se genera un humo que combina gases y microscópicas partículas generadas por la vegetación, los materiales de construcción y otros materiales mientras se queman.
«La gente no la comprende». La frase es de la doctora Lisa Pastel, pediatra y directiva del Medical Society Consortium on Climnate and Health, quien hace unas semanas advertía The Guardian del impacto del humo. «Hace tiempo que estamos preocupados, pero la gente no comprende completamente esta amenaza porque es nueva». Su temor enraíza en estudios que constatan hasta qué punto son dañinas las micropartículas del humo para nuestros organismos, investigaciones que van más allá de las citadas sobre la demencia o los casos de muertes prematuras.
El diario británico recuerda por ejemplo otros informes que relacionan los penachos de humo oscuro con picos en los ingresos hospitalarios, llamadas a ambulancias por problemas respiratorios y —aún más preocupante—: el riesgo de paro cardíaco para las personas que padecen problemas cardiovasculares. En 2023 la American Heart Association se hacía eco de una investigación que concluía que la exposición al humo denso durante los incendios aumenta hasta en un 70% la posibilidad de sufrir paros cardiacos extrahospitalarios, sobre todo en hombres y mujeres adultos, de 35 a 64 años, y comunidades de bajo nivel socioeconómico.
Amenaza para los más pequeños. El humo de los incendios no solo supone una amenaza para la población con problemas cardiovasculares o de mayor edad. Especialmente vulnerables son los bebés y las mujeres embarazadas. «Tenemos pruebas bastante sólidas de que aumenta el bajo peso al nacer de los bebés y también hay pruebas crecientes de que el humo de los incendios forestales aumenta la mortalidad fetal», explica a The Guardian la doctora Patel.
Incluso el riesgo de parto prematuro aumenta de forma sensible, alrededor de un 3,4%. Otro informe, de 2021, advertía que el humo generado durante los incendios forestales era considerablemente más perjudicial para la salud respiratoria de los niños —unas 10 veces más— que la polución procedente de otras fuentes.
Una nueva área de estudio. A nadie sorprenden que el humo y en general la contaminación atmosférica resulta dañina para nuestro organismo. Lo que sí es nuevo son los estudios que intentan comprender el impacto específico que tienen los penachos que se generan durante los incendios en zonas forestales.
«Este problema se ve magnificado por el hecho de que puede ser difícil distinguir entre los efectos de la contaminación ambiental y el impacto en la salud específico del humo de los incendios forestales, sobre todo cuando esa contaminación es esporádica!, reconoce a National Geographic el neurocientífico Anthony White.
Una de las claves es la naturaleza del propio fuego forestal, que eleva humos alimentados con una mezcla de material orgánico, hidrocarburos, metales pesados o incluso otras sustancias y materiales cuando alcanza a edificaciones. «Todos estos elementos son peores para nuestros organismos que la polución con combustibles fósiles que solemos respirar», añade Patel. Su advertencia es interesante. Y no solo porque en verano los incendios hayan empezado a expandirse por diferentes zonas del planeta, incluida España. Hay diversos estudios que alertan también de que el cambio climático está aumentando el riesgo de los incendios forestales.
Imágenes | BLMIdaho (Flickr) y Contando Estrelas (Flickr)