Es curioso que, cuando prácticamente todo se puede conectar por WiFi —incluso electrodomésticos como la lavadora o el frigorífico—, el 99% de las comunicaciones digitales dependan de cables. De cables submarinos, concretamente. El problema es que estos cables no son invulnerables y hay condiciones en las que toca repararlos o sustituirlos por otros. Ahí es donde entra en juego el trabajo de los servicios de emergencia que trabajan en los océanos reparando cables.
Y a veces no es nada sencillo. Ni mucho menos.
Una vuelta al Sol. El mapa de los cables submarinos es sobrecogedor, ya que desde lejos podemos ver auténticas autopistas de kilómetros y kilómetros de cables. Con la aparición de la fibra óptica, estos cables ganaron la batalla a los satélites (aunque ahora tengamos opciones como Starlink para mejorar las conexiones en lugares en los que la fibra no puede acceder).
Se estima que hay 1,4 millones de kilómetros de cables submarinos, 1.400 millones de metros o, lo que es lo mismo, algo más que el diámetro del Sol. Es una auténtica barbaridad y hay países como Australia que dependen en gran medida de estos cables. El continente está conectado al resto del mundo por 15 cables por los que pasa el 95% de las comunicaciones del país.
Roturas voluntarias. Imagina la importancia de este sistema tanto para la población como para la geopolítica. De hecho, hace unas semanas Rusia amenazó a Occidente: «nada nos impide destruir las comunicaciones por cable del fondo oceánico de sus enemigos». Fueron las palabras de Dmitri Medvedev, presidente del Consejo de Seguridad de Rusia, algo a lo que Occidente no tardó en responder con medidas para proteger la infraestructura. Y dejar, por el camino, a China fuera de la ecuación.
E involuntarias. Sin embargo, esos cortes voluntarios para medrar en otros países no son una amenaza real para los cables. Sí, en algún momento podría darse un apagón debido al daño voluntario de alguno de ellos, pero como Guillermo Cañete, técnico de cables submarinos, nos comentó, los principales enemigos de los cables submarinos son:
- Terremotos.
- Anclas.
- Pesca de arrastre.
Guillermo afirmaba que «el 99% de los fallos que tiene un cable submarino son por culpa de uno de estos tres factores». Las cifras son similares a las que manejan desde Global Marine, una empresa de ingeniería submarina que se ocupa de la reparación de estos cables. En declaraciones a BBC, la empresa estima que entre un 70% y un 80% de esos fallos se deben a la actividad humana, con entre un 10% y un 20% responsabilidad de los desastres naturales como terremotos o volcanes.
Y toca repararlos. Cuando se despliegan los cables, se tiene en cuenta el terreno y la profundidad a la que se van a instalar. El diámetro de los mismos oscila entre los que son como una manguera de jardín y los más anchos, como un brazo humano, siendo estos últimos los que se colocan en las orillas porque necesitan más protección frente a las actividades humanas. Si la rotura se produce cerca de la costa, un equipo de buzos se encarga de reparar el daño, pero si ocurre a 5, 7 o 10 kilómetros de profundidad, el cable se ‘pesca’ con un anzuelo lanzado desde un barco y se repara.
¿Cómo? Cortando la parte dañada y empalmando fibra bajo microscopio. Luego se sella y… a funcionar. Y todo con piezas universales para facilitar la tarea.
Estas reparaciones suelen llevar entre una y dos semanas (todo depende de lo dañado que esté). Mick McGovern, vicepresidente de operaciones marítimas de Alcatel Submarine Network, explica a BBC que hay un ejército de barcos de reparación en puntos estratégicos alrededor del mundo. «Todos están ubicados de manera estratégica para estar a 10-12 días de distancia de los cables más lejanos», comenta McGovern.
¿No nos damos cuenta? Vale, si estos cables pueden transmitir 3.840 gigabits por segundo por cada hilo de fibra óptica, por cada cable pasan varios hilos y son tan importantes para algo como… Internet, ¿por qué no nos damos cuenta cuando uno de ellos se rompe? El motivo es la redundancia. McGovern comenta que muchas naciones tienen cables de sobra y un ancho de banda que sobrepasa la cantidad requerida, por lo que si uno se daña, el resto asume ese ancho de banda necesario.
Más allá de llevar Internet a la otra punta del mundo. Además de esa principal ocupación de los cables, en el reportaje de BBC, Mike Clare —asesor ambiental marino del Comité Internacional de Protección de Cables— comenta que se pueden utilizar como «sensores acústicos para detectar ballenas, barcos, tormentas y terremotos en alta mar».
Son como un sensor adicional que ya ha permitido detectar deslizamientos de tierra bajo el mar tras erupciones volcánicas. ¿Cómo? Pues… observando que el cable estaba roto. Gracias a ellos, podemos tener «una nueva comprensión sobre los peligros que existen en las profundidades del mar. Nunca hubiéramos sabido que había deslizamientos de tierra bajo el mar tras las erupciones volcánicas de no ser por el daño que se produjo en los cables», afirma Clare.
Nuevos retos. Ahora bien, aunque la acción de la naturaleza no es lo que más daña los cables, es algo que puede cambiar a corto plazo. Un ejemplo está en África occidental, con un aumento de las inundaciones que están provocando que grandes cantidades de sedimentos fluyan hacia el río Congo. Estos sedimentos se vierten en la desembocadura en el Atlántico y pueden dañar los cables.
Esto es algo que enseña a los expertos que hay que colocar estos sistemas más lejos de los estuarios, pero también afirman que hay que reforzar la diversidad geográfica de las rutas de cables para que un desastre natural no deje incomunicada a una isla durante semanas. No es un supuesto, sino algo que ya ha ocurrido en islas pequeñas del Pacífico Sur, donde las tormentas tropicales, los terremotos y los volcanes azotan con virulencia.
Y más con lo que se viene. Vista la importancia de estos cables, hay que decir que los operadores que se encargan de supervisar que estén en las mejores condiciones van a tener trabajo extra a partir de ahora. El motivo es que se estima que para 2025 se desplegarán otros 300.000 kilómetros de cable debido a las nuevas necesidades de ancho de banda, como la inteligencia artificial, los servicios de streaming de vídeo, de videojuegos y las propias redes sociales.
Imágenes | Frédéric BISSON, David Monniaux, VOS Project, Barbetorte